Villena y el Eterno Retorno
Escribo esta columna el miércoles 14 de marzo, Día de Pi 3,14, lo cual no sé muy bien por qué me lleva a pensar en el filósofo griego Pitágoras, que aun sin vivir en Villena fue capaz de erigirse en uno de los máximos defensores de la teoría del Eterno Retorno.
Ya sé que este comienzo se hace muy raro para una columna, pero es que descartadas la lógica y el sentido común, únicamente nos quedan complicadas formulaciones filosóficas para intentar comprender lo que nos pasa en este pueblo. Por Eterno Retorno, amigos, entendemos esa concepción del tiempo que plantea una continua repetición del mundo, extinguiéndose para volver a comenzar y repetir los mismos actos léase errores una y otra vez. O sea, una especie de Día de la Marmota en versión culta en la que en lugar de acabar ligándonos a Andie MacDowell nos estrellamos una y otra vez contra el muro de nuestras frustraciones colectivas, que en Villena tienen forma de vías, acuíferos o vertederos.
Y es que todo nos lleva a pensar que aquí es como si no hubieran pasado los últimos 10 o 12 años, porque nos hemos tenido que plantar en 2012 tras tropecientas reuniones, tras bloquear la entrada de camiones, tras constituir plataformas, tras hacer manifestaciones, tras aprobar mociones de Pleno, etc para que los del vertedero de Vaersa (es decir, los de la Generalitat Valenciana) admitan que no tratan las basuras, sino que las entierran, como si no bastara tener la pituitaria en su sitio para darse cuenta de eso, y además añaden que con la crisis van a seguir así y nos van a tener que cobrar más caros sus valiosos servicios.
O si no lo del ferrocarril, que aún cuenta con una historia más larga de movilizaciones exigiendo a Madrid el soterramiento integral de las vías; se llegó a cortar la línea férrea y tuvo que intervenir la Guardia Civil para desalojar los andenes; los técnicos de Madrid y Valencia empezaron a marearnos con las famosas alternativas; la unidad original acabó saltando por los aires dividiéndose la reivindicación en dos: soterramiento, de lo que fuera, o alejamiento, a donde fuera; se llegó a hablar de un puente que nunca se construyó, después de un túnel que tres cuartos de lo mismo, y finalmente nos hemos tenido que hacer a la idea de que del ansiado soterramiento res de res, porque cuando había dinero no existió voluntad política y cuando ha existido dicha voluntad se ha acabado la pasta. Nos quedaba, eso sí, el consuelo de que Villena iba a tener estación para el AVE y hasta en eso nos vamos quedar colgados si Dios no lo remedia.
Así, condenados a repetir nuestro destino, van pasando los años y los eternos problemas las vías, el agua, las basuras, el centro comercial en lugar de resolverse, se siguen enquistando, y para uno que se resuelve, que es el de la Plaza de Toros, mejor lo dejamos pasar
Villena en todo su esplendor, señora. Ni más ni menos.