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Vistalegre y olé

Al hilo de la guerra fría que se vive en Villena durante estos últimos días por causa de la Plaza de Toros y la retirada del albero del coso villenense, la semana pasada sorprendían por su impacto semántico unas declaraciones de los responsables políticos afirmando que lo que el Gobierno Municipal pretendía llevar a cabo era la construcción de una pista deportiva siguiendo como modelo la existente en la plaza de Vistalegre de Madrid.
La duda está en si se trata de un camelo o por el contrario de una insensatez, porque nadie en su sano juicio debe considerarla una posibilidad por la que pasen las opciones para que haya toros en nuestra ciudad. Si es verdad que las acciones de gobierno van encaminadas a conseguir esto último, ello ratificará el definitivo final taurino del Monumento Plurifuncional a corto y medio plazo; por el contrario, si no es una propuesta seria se comprobará que el Plan Vistalegre era un ardid del tripartito para calmar a la Peña Taurina, porque se trata de obras muy dispares y hoy por hoy resultará imposible adaptar la versatilidad del Palacio de Vistalegre a la propia infraestructura del coso villenense tanto por razones técnicas como económicas.

Versátil y adaptable
La Chata –como se llamaba a la antigua plaza de Carabanchel– se inauguró en 1908, construida junto a la Finca Vista Alegre con capital privado por iniciativa del Diputado Provincial madrileño Francisco Romero. Desde entonces fue escenario de los acontecimientos taurinos más importantes –a sólo 8 kilómetros del centro de Madrid, casi igual que la antigua Monumental de la Puerta de Aragón– y tras la Guerra Civil fue restaurada debido a los destrozos sufridos.

Su época de esplendor llegó a su cénit cuando en 1964 TVE junto con el Diario Pueblo pusieron en marcha el certamen “Segunda Oportunidad”, por donde pasaron tantos y tantos maletillas buscando el sueño dorado que sólo unos pocos consiguieron. Por entonces salieron catapultados a la cima del toreo diestros como Palomo Linares, Ángel Teruel, Curro Vázquez o el Platanito.

A comienzo de los ochenta cerró y fue derribada por completo en 1995. La Chata era una plaza pequeñita y tenía un aforo para 10.000 espectadores, por eso cuando se construyó el nuevo Palacio de Vistalegre en el año 2000 –con dinero público y su explotación adjudicada a una empresa privada– se hizo con capacidad para 15.000 personas en el graderío y se diseñó un aparcamiento en sus cuatro sótanos para 2.000 vehículos, un centro comercial, zona peatonal y de ocio, una cubierta móvil practicable que está dividida en dos cuerpos –uno cubriendo las gradas y otro el ruedo– con especial cuidado de la acústica, puesto que el principal tipo de eventos que se celebran allí son conciertos: Coldplay, Julio Iglesias, Deep Purple, Roxette…

En segundo lugar están los eventos deportivos y allí juegan sus partidos el Real Madrid y el Estudiantes de Baloncesto y el At. Madrid de Balonmano. Y por supuesto eventos taurinos como complemento de la Plaza de las Ventas, de un modo tal que –gracias a un diseño inteligente– el albero es permanente y el ruedo se cubre con una tarima y una lona, la barrera se monta y se desmonta como un mecano, y sus instalaciones han diferenciado de manera óptima las necesidades de los eventos musicales y deportivos, de las peculiaridades del desembarco y manejo de reses, de tal manera que sólo es necesario repartir los meses en los que se permiten dar varias corridas de toros y certámenes de promoción. Todo ello gestionado por una empresa adjudicataria.

Cantos de sirena
La antigua plaza de Villena también se construyó por la iniciativa privada de unos cuantos empresarios y se inauguró en 1924, soportando importantes cargas económicas desde sus comienzos y hasta la actualidad, que es propiedad municipal con las vicisitudes tantas veces lamentadas. Contaba con un aforo cercano a los 9.000 espectadores, unas dependencias que excedían lo exigido por el Reglamento de 1962 –el primero en afectarle después de su construcción– y lo que es más importante: los manejos de los toros se hacían con comodidad y seguridad.

La rehabilitación y construcción del actual edificio acabó con todo lo construido excepto la fachada, toda una metáfora. A cambio, el aforo se recortó a 3.800 localidades, el ruedo se redujo en seis metros de diámetro –ahora vemos su importancia–, los patios de caballos y de cuadrillas se trasladaron a unas pequeñas habitaciones y los corrales quedaron reducidos a la mínima expresión, por debajo incluso de lo exigido en el vigente Reglamento de 1996, que obliga a un mínimo de tres corrales estando uno de ellos comunicado con la manga de chiqueros.

La plaza obtuvo la clasificación administrativa de Plaza de Toros Permanente de Tercera Categoría pero las tareas previas a los festejos celebrados han mostrado –por testimonio de los profesionales encargados del desembarco de las reses– las carencias en cuanto a medidas de seguridad, por lo que este año se realizó una obra para paliar en lo posible estas deficiencias. Sólo falta añadir que su barrera es un elemento con base de obra fija que no se puede poner y quitar como si fuera una chincheta, de modo que si se elimina ya no se volverá a poner.

Como la gestión de eventos es municipal, los criterios de celebración se reducen a dos: evitar lo taurino y que los elegidos no aporten ingresos.

Antes de la primera piedra, el Palacio de Vistalegre hubiese sido un buen modelo, pero ahora –en tiempo de recortes– esta adaptación es inviable. Mucho más cuando la voluntad no está en los toros. Mientras tanto, año y medio de estudios, reuniones y cuando lleguen las elecciones ya veremos. Espero que los queridos lectores no escuchen los cantos de sirena ni atiendan las propuestas imposibles.

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