Fuego de virutas

¡Viva la Pepa!

José María Iribarren lo explica muy bien en "El porqué de los dichos". La expresión "¡Viva la Pepa!" además de ser expresión de desenfado –como el "¡Viva la Virgen!" – tiene un trasfondo político que se fundamenta en la Constitución de 1812, que por haber sido aprobada el día de San José fue bautizada popularmente como la Pepa. Así, "¡Viva la Pepa!" servirá de camuflaje a los liberales españoles para exaltar los valores de dicha Constitución, convirtiéndose circunstancialmente en grito subversivo.

"Por gritar una noche / ¡Viva la Pepa!, / me sacó la justicia / cuatro pesetas." O... "Por gritar ¡Viva la Pepa! / me metieron en la cárcel, / y después que me sacaron: / ¡Viva la Pepa y su madre!"

Cádiz es una ciudad donde la luz llama la atención. Luz meridiana entre el Mediterráneo y el Atlántico. De vientos y salitres. Luz hermosa, blanca. Luz luminosa... Donde la nación que quería ser nación proclamó el primer texto constitucional español que con limitaciones propias de la época o del consenso entre absolutistas y liberales resultó texto progresista, superando incluso los ecos de la Constitución de los Estados Unidos o de algunas de las constituciones de la Francia revolucionaria, sabiendo establecer un discurso cuyo valor principal fue el haber nacido de una "nación" inquieta contra una monarquía impuesta –la de José I Bonaparte– y de una nación soberana y "regente" de una monarquía ausente a reconvertir.

En Cádiz se reúnen ciudadanos que se sienten nación en un momento en el que ven peligrar lo que valoran como España, momento complejo en el que unos miraban al futuro queriendo dominar sus riendas. Otros –defensores del absolutismo monárquico– miraban al pasado. Éstos serían los que finalmente vencerían, aquellos que contra el "¡Viva la Pepa" proclamarían el "¡Vivan las caenas!". Cadenas que soldarían a España a las del fantasma vivo y muerto de Fernando VII. Y por si dos Españas resultaran poco, una tercera, ésta también con esperanzas liberales, veía en Bonaparte la posibilidad de desarrollar un régimen liberal, como apuntaba el Estatuto de Bayona. Éstos eran los "afrancesados", voz despectiva con la que se les apodó y que, derrotados los franceses, que no fueron oportunos especialmente por un ejército sanguinario, tuvieron que exiliarse. Sabemos que la historia de España es una historia de exiliados, de un territorio donde siempre sobran españoles. Para los siglos XIX y XX nos lo enseñó, como hemos advertido alguna vez, Juan B. Vilar en ese magnífico libro titulado "La España del exilio".

En 2012 celebraremos el bicentenario de la Pepa. Cádiz, desde 2010, conmemorando el de la apertura de las Cortes que parieron la Constitución, está preparado para ello. La efemérides debería servirnos para imitar a una nación con la voluntad de serlo y que ante difíciles circunstancias fue capaz de constatar con afanes de progreso la voz de los ciudadanos, entonces ciudadanos "de ambos hemisferios" en defensa de una nación "patrimonio de ninguna familia ni persona". En su amparo, contra el Antiguo Régimen, se la jugaron diciendo libertad, división de poderes... ¡Derechos!

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