A mi parecer, los críticos de cine a los que uno tiene la oportunidad de seguir regularmente se dividen, en su gran mayoría, en dos grupos antagónicos: por un lado están aquellos que hacen gala de un amplio conocimiento no solo de la historia del cine sino de la recepción teórica vinculada a dicha historia, y que se apoyan en relevantes argumentos de autoridad para articular sus juicios; por otro, los que independientemente de sus conocimientos a priori optan por ir a la suya y defienden una crítica de cine profundamente subjetiva, basada exclusivamente en sus gustos y filias personales. Muy pocos parecen ser, en efecto, los especialistas dotados para aunar ambas vertientes: son aquellos que, contando con un contundente armazón histórico y teórico que les permite argumentar sus opiniones y enriquecerlas con referencias y citas variadas, al mismo tiempo son capaces de desviarse de la tendencia dominante y eludir prejuicios, denunciando títulos sobrevalorados y reivindicando joyas ocultas.
Un buen ejemplo de este último perfil crítico, a todas luces admirable, es Jesús Palacios, que estará mañana sábado en Alicante presentando sus dos últimos obras. Desde que le leo, Palacios siempre ha sido un adalid del cine de culto y de serie B, incluso cuando hablar de estas muestras subterráneas del celuloide universal no era tan cool como lo es ahora. No recuerdo a ciencia cierta cuál fue el primer texto suyo que leí, supongo que una crítica puntual en alguna revista especializada; pero los primeros artículos que llevaban su firma y que me marcaron considerablemente estaban dedicados al cine de terror italiano: uno apareció en un temprano, ya mítico y hoy inencontrable número del 2000 maníacos -de su etapa primigenia de fanzine puro y duro, escrito a máquina y maquetado a base de recortes y pegamento-; el otro, absolutamente revelador para mi persona tal y como le confesé a su propio autor en un encuentro puntual en Gijón, fue el ensayo dedicado a la obra de Lucio Fulci en el primer volumen monográfico aparecido en el seno de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián.
Desde entonces, he seguido prácticamente todo lo que este crítico madrileño ha ido publicando, ya fuese responsable único, coautor o antologador. Cómo no destacar, por ejemplo, los dos volúmenes de Goremanía que conservo como oro en paño: tanto el primer volumen, a modo de utilísima enciclopedia de títulos pertenecientes al cine de terror; como el segundo, ampliación del anterior a la vez que antología de ensayos de autoría colectiva dedicados a temas concretos y cineastas señeros del género como Herschell Gordon Lewis, George A. Romero, David Cronenberg, Dario Argento o el valenciano Juan Piquer Simón. También recuerdo con deleite el entretenido y fascinante Hollywood oculto, consagrado a aquellas películas que parecían haber sido castigadas con una maldición; y donde no pueden faltar clásicos contemporáneos como El exorcista o Poltergeist. Por no hablar de aquellos de entre sus ensayos que trascienden el ámbito cinematográfico, como el fundamental Desde el infierno: Una historia oculta del siglo XX; o sus antologías literarias para la editorial Valdemar centradas en la literatura pulp (Los hombres topo quieren tus ojos) o en relatos adaptados a la gran pantalla (TerrorVisión).
En la línea de estos títulos, que de una forma u otra están vinculados al cine fantástico y de terror, se sitúan los dos volúmenes que Palacios presentará en la librería Pynchon&Co. de Alicante mañana a las doce del mediodía. El primero de ellos, La pantalla esotérica, cuenta con su firma en solitario, y está incluido en la colección que recopila filmografías esenciales de los más diversos temas y de las que ya les he recomendado con anterioridad dos entregas escritas por sendos autores alicantinos: Raúl Cornejo y Pepe Aracil (este último, librero de Pynchon y cinéfilo confeso, no faltará a su cita mañana con el lado más oscuro del séptimo arte). En este nuevo volumen de la serie, Palacios da buena cuenta no ya de las películas cuya trama cuenta con elementos propios del mundo de las ciencias ocultas -aunque, en muchas de ellas, también es el caso-, sino de aquellos filmes que pueden considerarse artefactos esotéricos en sí mismos por su capacidad para moldear la percepción que el espectador tiene del mundo que le rodea. Así, el recorrido empieza con El estudiante de Praga y Nosferatu, dos joyas de ese cine expresionista alemán que el autor prefiere llamar neorromántico o postsimbolista -de nuevo, una muestra de su atrevimiento y de su interés por no plegarse a etiquetas supuestamente inamovibles-; para continuar con títulos tanto popularísimos desde el momento de su estreno (como la inevitable La semilla del diablo o la inesperada Los cazafantasmas) como más desconocidos pero con un culto que no ha dejado de incrementarse a lo largo del tiempo (caso de El horror de Dunwich, La lluvia del diablo -esta, de pluriculto: vid. p. 149- o las fascinantes La séptima víctima y El hombre de mimbre).
Tampoco faltan a su cita hitos tan variopintos a la hora de vincular cine y ocultismo como el terror clásico de la Universal, los cortometrajes de Kenneth Anger, el peculiar cine de Donald Cammell y Nicolas Roeg (juntos y por separado), el escritor Richard Matheson (adaptando en La novia del diablo y autoadaptado en la nunca suficientemente reivindicada La leyenda de la mansión del infierno), la magistral Mulholland Drive de David Lynch o Mandy de Panos Cosmatos; título este último el más reciente del medio centenar (en realidad, cincuenta más uno gracias al díptico protagonizado por el Dr. Phibes) recogido en un libro que es, de principio a fin, todo un festival para cualquier cinéfilo con pedigrí... sea seguidor de Aleister Crowley, Anton LaVey o Albin Grau o no tenga ni la más repajolera idea de quiénes son estos buenos señores.
El segundo título que se presentará en sociedad cuenta con Jesús Palacios como editor y autor de una buena parte de su contenido, si bien en su interior hallaremos otras firmas... entre ellas la de la ilustradora y divulgadora Rakel Suárez, que acompañará mañana al anterior en la presentación en Pynchon. Me refiero a Weird Western. Cine del oeste sin fronteras, un contundente volumen que repasa la historia de ese particular híbrido que resulta de la fusión del wéstern de toda la vida con otros géneros... particularmente el fantástico con todas sus variantes. Por supuesto, no podía faltar en este recorrido -que aglutina influencias y resonancias mil, de Yojimbo de Kurosawa a la serie The Mandalorian- el llamado spaghetti western o wéstern mediterráneo, primera mutación de relevancia histórica en el discurrir de este género, y pieza seminal de la que han surgido la mayor parte de desvíos y alteraciones del mismo que vinieron después. Pero tampoco echarán en falta cócteles donde los ingredientes provienen de otros géneros como el noir o muy especialmente el fantastique... gracias al cual el árido territorio del Far West se ha visto invadido no solo por ladrones pendencieros e indios violentos, sino también por vampiros, zombis, hombres lobo... y hasta dinosaurios.
Como todos los buenos libros sobre cine -y todos los de Palacios que yo conozco de primera mano lo son-, Weird Western viene a ser un baúl repleto de tesoros: y en su interior encontraremos tanto títulos desconocidos que merecen ser descubiertos como otros ya vistos pero que contemplaremos desde otro prisma. Por ello, transitaremos caminos que van desde precursores de los años treinta en blanco y negro como el inenarrable serial El imperio fantasma que protagonizó el cantante Gene Autry hasta títulos más recientes como la impresionante Bone Tomahawk de S. Craig Zahler; pasando por cult movies como El rastro de la pantera de William Wellman; las inevitables aportaciones de “los tres Sergios” (Leone, Corbucci y Sollima); el cine alucinógeno y chamánico de Alejandro Jodorowsky; o un clásico indiscutible, aquí analizado al detalle por el propio Palacios, como La venganza de Ulzana, dirigido por Robert Aldrich y protagonizado por un inolvidable Burt Lancaster. Y todo ello, con dos añadidos maravillosos de regalo: un relato de weird western a cargo de Robert E. Howard (el creador de Conan el cimmerio) y el capítulo final de Atolladero, tres páginas de cómic a cargo del también cineasta Óscar Aibar y el dibujante Miguel Ángel Martín.
En resumidas cuentas: que la cita de mañana debería ser ineludible para cualquier aficionado al cine que se precie de serlo. Sobre todo, para aquellos que se han desprendido de prejuicios castrantes y son capaces de distinguir una pepita de oro entre la arena y las piedras del agua sucia. Porque Jesús Palacios es una rara avis dentro de la crítica cinematográfica internacional, un crítico weird con todas las de la ley.
La pantalla esotérica. Cine y ocultismo en 50 películas y Weird Western. Cine del oeste sin fronteras están editados por UOC y Applehead respectivamente.