Opinión

Y ahora, un Hotel de Asociaciones

Incomprensiblemente el actual gobierno municipal ha decidido, de manera unilateral, aprobar el proyecto de hotel de asociaciones. Once contra diez (primeramente sería conveniente que alguien explicara para qué se va a utilizar). El tripartito sigue empeñado en destruir cualquier vestigio del pasado de esta ciudad.
El ejemplo más nefasto sin duda es el de la Casa de Cultura de sello socialista. Indiscutible su funcionalidad, pero permítanme revelarme contra su estética. No conozco una sola persona en nuestra ciudad a la que le guste su fría arquitectura. Por no hablar de su imperdonable olvido y posterior insertacion de la sala de proyección. ¿Tan difícil resulta que se pongan de acuerdo para conseguir un edificio en consonancia con la historia de la plaza más antigua de Villena? ¿Es imprescindible agregar un edificio de corte moderno en una plaza de tan grande solera? ¿Es imposible recuperar la torre del orejón? ¿Nuestra querida ciudad es incapaz de recuperar su memoria? ¿Por qué ignoran con tanta despreocupación el reclamo de tantos ciudadanos y contribuyentes? Es claro que el actual gobierno de nuestra ciudad no predica con el ejemplo, mientras obliga a esperar a los vecinos del casco histórico para poder realizar obras en sus casas, ellos se despachan con un edificio y un proyecto aprobado de aquella manera, ustedes comprenden, verdad.

Volviendo a la historia y sin desviarme. La torre del orejón significaba, sobre todo, la independencia municipal, el derecho que tenía, y que aún tiene el ayuntamiento, de organizar el tiempo de sus vecinos. Es evidente que hoy tenemos todos uno o varios relojes, y que nos movemos, sin duda, de otros modos. Pero ese antiguo derecho debe ser recuperado y mantenido. Una pequeña reflexión. Sobre los dos relojes, el del orejón. (el tiempo municipal) y Santiago (el tiempo eclesial). Aunque está pendiente de un estudio mas exhaustivo, el caso de Villena es peculiar, ya que desde el ayuntamiento se utilizan dos campanas propias, ubicadas en una torre propia, para tocar exclusivamente el paso del tiempo, mientras que Santiago, probablemente para tratar de ganar la batalla del tiempo, se convierte en un caso muy poco usual, al dotar a las campanas litúrgicas, y sobre todo a la gran María, la segunda campana de tamaño de toda la Comunidad valenciana, de un mazo exterior para tocar, aparte de las señales propias de la iglesia, las horas de su reloj.

Al final, en esta batalla por el poder de control del tiempo, la iglesia ganó, por partida doble: el reloj de Santiago siguió sonando, mientras que el orejón, con falsas excusas, fue desmontado y sus campanas, magnificas, sonoras y muy antiguas, pasaron a la otra parroquia rival, a Santa Maria. De este modo, el tiempo ya no era municipal, sino sólo de la iglesia.

La Torre del Orejón: la identidad de un pueblo
Durante siglos, en Europa hubo dos grandes poderes, políticos y económicos, que trataban de ordenar el mundo a su manera. Por simplificar podrías llamarlos la iglesia y el estado, o el poder religioso y el poder civil. Esta forma de dominio iba asociada, también, al control del espacio y del tiempo: solamente podían construir hacia arriba los más poderosos, y estos también tenían las llaves (nunca mejor dicho) del tiempo comunitario.

Así se desarrollaron, en el centro de Europa, unos edificios que rivalizaban en altura y en sonoridad, para albergar los relojes monumentales, que eran en aquellos momentos, junto con las campanas, la única manera de organizar el tiempo común. El desarrollo de estos edificios civiles, generalmente municipales, propició también la evolución de las campanas: desde un grupo que hace señales sonoras para llamar a ciertos actos, hasta un conjunto más organizado y afinado de campanas que pueden tocar cualquier grupo de melodías.

El modelo del sur de la actual Comunidad Valenciana: se trata de la construcción de campanarios independientes, por parte del ayuntamiento, para colocar el reloj y sus campanas, de manera que el tiempo, que siempre ha sido organizado por el municipio, se ubique no sólo en una zona particular de la torre, sino en un edificio propio. Y, además, algunos de estos edificios estaban dotados de un “tardón”, que es una palabra técnica que indica” autómata que toca las horas o los cuartos, y que mueve alguna parte de su cuerpo a cada toque”. Un buen ejemplo, aun vivo, es la torre municipal de Elche, donde los personajes apodados popularmente como Calentura y Calendureta tocan las horas y los cuartos, respectivamente, en unas hermosas campanas góticas. Otro tardón conocido era la mona de Caudete, de la que sólo queda el recuerdo, y el orejón de Villena.

El fenómeno fue usual en el último tercio del siglo XIX: ayuntamientos que habían perdido su dignidad y su reconocimiento como instituciones antiguas y civiles, cedieron sus derechos, ante el estado, la iglesia, o las presiones civiles, despreciando parte importante de su historia. Y así paso en Zaragoza, que con la excusa que la torre nueva se caía, bajaron las dos campanas de cuartos y de horas, y las pasaron al pilar, la otra catedral de Zaragoza, de manera que el tiempo ya era organizado por dos relojes catedralicios. El caso es tan similar al de Villena, que parece sacado del mismo manual.

La necesidad de un nuevo Orejón
Es evidente: hoy no necesitamos reloj público para nada, pero si nos ponemos en ese plan, nada vale, y podemos dejarlo perder todo. Por el contrario, aunque no se necesite reloj, el reconstruirlo, el utilizar las campanas históricas y el dotarlo de un autómata (que saque la cabeza y mueva la lengua y las orejas) puede convertirse, de nuevo, no sólo en un gracioso signo de identidad, sino y sobre todo en un derecho cívico recuperado.

No se trata de ir contra nadie, sino de recuperar lo que durante siglos ha sido nuestro. Si se pueden utilizar las campanas originales, tanto mejor. Ha sido la misma música que al menos durante los últimos cuatro siglos y medio ha organizado la vida ciudadana de Villena. Pero la recuperación del conjunto significaría un gran paso para Villena, pues por fin algo estaría cambiando. Seguiremos soñando (perdón, quise decir pesadilla)

Alan Brotons Hernández
Miembro Ejecutiva Partido Popular Villena

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