Cartas al Director

Y el espejismo se convirtió en realidad (Carta al director)

Estaba convencida de que era un espejismo. Aquello que estaba viendo no podía ser cierto. ¿Cómo iban a dejar el parterre así, tan desangelado? ¡Allí faltaba vegetación! No había nada verde, aunque eso sí, tenía mucho colorido, artificial ¡claro! Habían pavimentado una amplia zona de colores. ¡Será para contrarrestar el lúgubre aspecto del resto de la superficie revestida de losetas grisáceas! –se dijo cuando acertó a verlo a través de los agujeros que se habían producido en las mallas de protección–. Seguramente en ese lugar pensaban situar una zona de juegos infantiles, pero… ¡no podía ser! ¡Si no había ni un solo árbol que diera sombra en verano! ¿Es que pensarán que las criaturas salen a jugar o se las saca a pasear por la noche?
Continuó mirando por los agujeros de la malla y vio que habían desaparecido varios árboles y arbustos, algunos eran ejemplares realmente bellos y los pocos que quedaban en pie parecían haber sobrevivido a una hecatombe. Habían desaparecido las fuentes, los estanques, los macizos… Sabía que iban a reformar el Paseo, jardín emblemático de su ciudad, allí donde está ubicado el monumento a Chapí y que da nombre al parque y al paseo que le precede, vista admirada desde el ferrocarril a su paso por Villena. ¿Estarían los árboles enfermos y los sustituirían por otros? Porque no es lo mismo cambiar el pavimento deteriorado que sustituir árboles en perfecto estado, que han tardado años en alcanzar su pleno desarrollo.

Poco tiempo después pudo comprobar que también habían desaparecido los bustos de Joaquín María López y José María Soler con los árboles y el pequeño jardín con el estanque que los rodeaba en el inicio del Paseo y que, en su lugar, únicamente habían situado un extraño y sinuoso asiento sin respaldo, formado por barras rectangulares blancas a juego con los escasos bancos situados a lo largo del paseo. Aunque bien es cierto que éstos se completaban con el murete revestido de madera que podrá ser usado para sentarse, pero que además de deteriorarse con las inclemencias del tiempo, por desgracia invitará a los vándalos a grabar sobre él. Daremos tiempo para ver cómo queda al final –se dijo, con la esperanza de que aquello no fuera más que un espejismo–, pero llegó el día de la inauguración y el espejismo se convirtió en realidad.

Escuchó opiniones de todo tipo: desde que había quedado muy bien, muy moderno, muy despejado, se veía muy bien el Teatro Chapí, pero clamaba al cielo la ausencia de árboles; faltaban bancos o asientos, no había ni una fuente, ni un mísero estanque, no había donde sentarse al abrigo de miradas indiscretas, hasta que era una auténtica porquería. Sin llegar a esto último, ella pensaba que se había malgastado el dinero en realizar una remodelación del jardín o parque más emblemático de Villena que más parecía una obra de nueva construcción, ya que lo único que se había dejado en pie eran las palmeras, algunos árboles y el monumento a Chapí, aunque éste no en su totalidad, pues le faltaban los escudos de bronce.

Descubrió también que después de colocar por dos veces consecutivas el encintado de las aceras, las losetas no estaban bien puestas, ya que quedaban levantadas en bastantes puntos, con el consiguiente peligro de tropiezos. También escuchó airadas críticas sobre el sinuoso trazado de la calzada al final del paseo, la disminución de aparcamientos en la zona y el cierre al tráfico del último tramo de la calle Luciano López Ferrer, obligando a toda la circulación a pasar por el margen del Paseo con las dificultades que ello entraña, sobre todo para los autocares.

Pensaba que es prácticamente imposible realizar algo que complazca a todos y que cuando se realiza una obra de nueva construcción puede gustar más o menos, pero no hay con qué compararla; sin embargo, cuando se lleva a cabo una remodelación es inevitable compararla con lo anterior y en este caso, en su opinión lo nuevo salía muy mal parado. Se podría haber realizado previamente un concurso de ideas y haber dado participación a los grupos políticos y asociaciones ciudadanas con el fin de recabar opiniones y llegar al máximo consenso en el diseño, pero no se hizo. Ya nos tenían acostumbrados a ello, pero lo peor era que con aquella actuación Villena había perdido dos cosas: la oportunidad de profundizar en la democracia y la ocasión de tener un paseo que, respetando todo lo anterior válido, se hubiera mejorado con algunos elementos que lo embellecieran armónica y funcionalmente.

Fdo. Rosalía Sanjuán Ayelo

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