Testimonios dados en situaciones inestables

¡Y lo único que pido cuando llego a casa es que me dejen relajarme a mi gusto!

¡Me paso todo el día trabajando en el vertedero, moviendo toneladas de desperdicios, metido en la mierda hasta el cuello, y lo único que quiero al volver a casa es encontrarme las cosas como a mí me gustan! ¡¿Es mucho pedir?! ¡Lo único que pido después de deslomarme por un jornal inmundo es poder llegar a casa y relajarme a mi gusto olvidándome de todos los problemas del día!
¡Llevo a casa el dinero suficiente, aunque no sea mucho, para que no falte un plato de comida en la mesa ni ropa ni agua caliente ni calefacción, y lo único que pido es encontrar en la familia un poco de colaboración para que podamos considerarnos un auténtico hogar, por dios! ¡Mi mujer fue la que quiso que tuviéramos muchos hijos! ¡Quería una casa llena de niños por todos lados, correteando y dejando ese olor a bebé que dependiendo del momento y la circunstancia puede parecerte gloria o el tufo del demonio! ¡Mi mujer dijo que una familia numerosa suponía muchos sacrificios pero que a largo plazo tenía muchas ventajas en cuanto a respirar amor por todos los rincones y para que no estuviéramos solos en la vejez y cosas así! ¡Y yo hice todo lo que tenía que hacer y puse todo lo que tenía que poner, y tuvimos siete hijos! ¡Y ahora, que es cuando todos están bastante creciditos y tenemos que recoger todo ese amor y ese sentimiento de familia, me encuentro con que vuelvo a casa todo los días esperando una recompensa y me encuentro con una rebelión en toda regla! ¡Porque lo único que les pido, que les he pedido siempre desde que todos pueden contribuir a la felicidad familiar, es que cuando llegue la noche y después de cenar me repantigue en el sofá con un buen ponche, todos juntos representen para mí una buena obra de teatro clásico o una ópera! ¡¿O es que no tengo derecho, en mi propia casa, a entretenerme y no pensar en nada después de un duro día de trabajo?! ¡Y saben perfectamente cuáles son mis preferencias: el teatro isabelino y del siglo de oro, y las grandes óperas del diecinueve; aunque aceptaría, si no hay más remedio, las zarzuelas menos castizas y alguna opereta bufa! ¡¡Pues no!! ¡Se hacen los tontos y me someten, cuando yo solamente deseo un sencillo momento de solaz evasión, a indecibles padecimientos! ¡¿Cree usted que eso es justo!? ¡Juzgue si no si le digo que los muy malditos se han organizado bien y se han empeñado en martirizarme soltándome los lunes monólogos supuestamente ingeniosos sobre la contradicciones de la vida cotidiana, los martes imitaciones de personas famosas y políticos, los miércoles magia y juegos de habilidad, los jueves musicales en plan guay como El Rey León o en plan tremendo como adaptaciones del tipo de Los Miserables, y los viernes, y para ya terminar de ponerme la cabeza como un bombo, se dedican a recrearme concursos de esos donde hay que pasar pruebas completamente increíbles! ¡¿Puede usted creerlo!? ¡Cientos de euros, ganados en extenuantes horas extraordinarias para pagarles la prácticas y recreativas clases de arte dramático y canto, tirados a la basura por sus ínfulas de grandeza y porque se creen que van a llegar a ser “alguien”! ¡Y mira que les he dicho veces que lo único que tienen que hacer es distraerse y relajarse con una buena ópera o una obra de teatro clásico y no complicarse la vida, pero ellos a los suyo, con sus delirios de trascendencia hasta que algún día se les bajen los humos! ¡Menos mal que los sábados y domingos me escapo a una velada de poesía conceptual o a una performance artística y me relajo hasta que mi mente se vacía y se olvida de los agrios problemas de la vida!

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