Ya es Navidad
Aunque esta afirmación puede sonar precipitada el día en que se publique este escrito, les puedo asegurar que no lo es, no hemos hecho nada más que empezar diciembre y ya estamos rodeados de Navidad, que aunque, como su propio nombre indica, celebra la natividad, el nacimiento (me parezco al Serrano) de Jesús de Nazaret, su preparación comienza mucho antes del citado cumpleaños. La Navidad, como en la mayoría de los casos, tiene su origen en una fiesta pagana y antes no estaba incluida como festividad de la Iglesia. Fueron las costumbres paganas relacionadas con el principio de enero las que propiciaron la utilización del 25 de diciembre, día de la antigua festividad romana en honor del nacimiento del sol, ya que no se conocía la fecha exacta del nacimiento de Cristo.
No voy a enumerar la cantidad de cosas que nos adelantan que tenemos que ir apretando el bolsillo para gastarlo luego en Navidad, que se acaba el año y que aún no hemos hecho eso que dijimos que de este año no pasaba. También recordamos que hay que ir más a menudo al gimnasio, porque en verdad nunca hemos dejado de ir, para reducir el peso que tenemos pensado coger por los excesos de estos días. Tampoco voy a decir lo comercial que se ha vuelto esta celebración porque todo el mundo lo sabe, aunque sí voy a remarcar hay una gran cantidad de tradiciones y costumbres que rodean a esta celebración, en su mayoría heredadas de otras culturas o inventadas, y que, como la mejor campaña de marketing, nos incitan a consumir infinidad de productos desde dulces típicos a artículos de lujo. Nuevos productos son lanzados en estas fechas, ya que en Navidad es cuando más se vende.
Adornos de Navidad en calles y comercios, como las novedosas guirnaldas gigantes que el ayuntamiento ha añadido a su lista de acciones para hacer más bonita nuestra ciudad, cueste lo que cueste, bajo la consigna tú ponlo y luego ya veremos. En Suecia se mantiene el arbolito adornado y con luces hasta una veintena de días después Navidad, aquí en España algunos incluso más, pero no por tradición sino por dejadez. Tal vez si nadie usara adornos luminosos en estas fechas acabaríamos con el supuesto cambio climático, o tal vez nunca hubiera existido, si es que existe. Algunos pensarán que sin luces de adorno todo sería mucho más triste. ¿Acaso son tristes nuestras calles el resto del año? ¿No sería mejor arreglar esas farolas que no terminan de encenderse del todo nunca?
La Navidad viene cargada de regalos que acaban como el juguete que ya aburre a un niño y buenos propósitos que se esfuman cuando llegan las rebajas y la cruda realidad con la cuesta de enero. Porque cuando llega la Navidad no nos acordamos de lo que nos costó recuperarnos de las últimas navidades y abusamos, gastamos y derrochamos como si fuese nuestra primera vez. Por eso los comercios se afanan en adelantar las compras abriendo sus puertas hasta los fines de semana, no por hacernos las cosas más fáciles, por ahorrarnos dinero o evitarnos las masificaciones, sino para que estemos durante más tiempo gastando.
Tal vez ahora que todavía no hemos entrado de lleno en el cotarro tal vez estemos a tiempo de salvar nuestra conciencia, o por lo menos nuestro bolsillo, si este mes que resta de celebraciones navideñas nos planteamos una simple cuestión: ¿Por qué razón? No quiero poner a medio mundo en mi contra y menos a los que hacen el agosto en diciembre, por lo que no voy a decirles que dejen de consumir, de derrochar, de atiborrarse a comida siempre y cuando esto les haga realmente felices, sólo les pido que lo que hagan lo sientan de verdad y lo que tengan lo aprecien como si fuera la última vez, por lo menos de este año. No es más feliz el que más cosas, tiene sino el que más las disfruta.