Ya llegamos tarde
En el pasado, como en el presente, y como seguirá siendo en el futuro, no sólo hubo sombras, también hay luces
Corría el año 1685 y el capuchino Francisco José de Jaca solicitó a Carlos II liberar a los esclavos negros en América, indemnizarlos y pagarles salarios atrasados por los trabajos forzados. Nos lo cuenta el historiador y periodista Arturo Arnalte (LA AVENTURA DE LA HISTORIA, nº 262, agosto 2020, pp. 12-13).
Cuando seguimos alimentando el fuego de la Leyenda Negra y rasgándonos las vestiduras tenemos que volver a recordar que en el pasado, como en el presente, y como seguirá siendo en el futuro, no sólo hubo, hay y habrá sombras. También hubo, hay y habrá luces.
Francisco José de Jaca desde su llegada a Caracas en 1678 denunció el abuso que hacían los españoles de los indios y negros. Sus denuncias le costaron la expulsión y vuelta a España. Parando en La Habana conoció a un capuchino francés, Epifanio de Moirans, también crítico y combativo contra la esclavitud.
El capuchino español dejó constancia escrita de sus denuncias en la obra Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado de paganos y después ya de cristianos recurriendo a argumentos bíblicos para recordar que todo hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza. Y denuncia: Estas tierras de esclavos ofrecen una imagen muy exacta del infierno (...). En el infierno real se ejecuta la justicia divina. Éste es la cima de la inhumanidad y de la injusticia. Así, reivindicando la libertad de los esclavos, tanto como cristianos y como cuando paganos, solicitaba que se les indemnizara.
Sometida la Memoria del de Jaca a consideración del Consejo de Indias, esta institución respondió, en agosto de 1685, que para evitar la ruina total de América los esclavos negros eran imprescindibles.
La inhumanidad que hoy denunciamos contra el pasado no debe olvidar las buenas intenciones de gentes como el capuchino Francisco José de Jaca. Que fue en el siglo XVI, a finales. Pero también hubo otros antes. Sirva en 1557 el Arte de los contratos donde Bartolomé Frías de Albornoz, jurista e historiador de la Escuela de Salamanca, consideraba comercio carnicero e ilícito la trata de africanos.
Antes y después, denuncias. Así que, sin necesidad de derribar estatuas y mereciéndolas otros que no las tienen, ya llegamos tarde.