Yo deseaba ser una horda iluminada y tumbar las puertas hieráticas del Templo
Me ingresaron de urgencia aquejada de parálisis moral y descorazonada oscuridad. La camilla volaba por los pasillos empujada por una multitud de representantes de las más prestigiosas religiones del mundo. Recuerdo que gritaban de forma histérica soflamas del tipo El Amor Es La Sopa Primordial Y Nosotros Somos Sus Verduras o Deja Que El Amor Entre En Ti Y Te Robe El Corazón Con Cebolleta, mientras tú, mi dulce pichoncito harinero, corrías al lado de la camilla cogiendo mi mano deforme y rezando recetas de cocina basadas en productos de temporada sin conservantes ni colorantes ni alérgenos ni absoluciones urbi et orbi.
Las frías luces del techo del pasillo pasaban sobre mí como huérfanos platillos volantes en busca de cinematográficos efectos especiales, y en algún lugar clandestino e hirviente de mi mente yo deseaba ser una horda iluminada y tumbar las puertas hieráticas del Templo y arrasar los espacios sagrados bañados por esa luz tan apreciada por los fotógrafos amateurs. El traqueteo me hacía crujir los huesos de la nuca como si en ella anidara una colonia de inquietos insectos con exoesqueleto, y tan solo podía pensar que tú, mi pichoncito salsero, habías abandonado el plató de televisión en medio de la emisión en directo de tu programa de cocina dedicado a la última cena de los condenados a muerte, despreciando el peligroso patrocinio de las multinacionales de armas y repostería industrial, y lo habías hecho para estar a mi lado y sostener mi cabeza deforme y rezar por mi esclerotizada espina moral. El amor, es cierto, es un manantial envenenado que mana sin cesar hacia los campos del dolor, arrastrando a su paso los sueños de los inocentes y sus cupones descuento de grandes supermercados. Y te juro que mi cuerpo deforme, mientras avanzábamos por los pasillos sorteando moribundos desesperados y visitadores médicos zombificados y máquinas extractoras de secreciones corporales esenciales, apreciaba el calor de tu limpia mirada sin antioxidantes ni espesantes ni la falsa modestia de los derivados del almidón, pero mi mente filiforme y sobreabsorbente de realidad hasta extremos ilegales caía por una sima llena de salientes puntiagudos formados con la nata reseca producida al hervir millones de toneladas de información residual. Y también recuerdo que al llegar al quirófano de almas un profundo olor a mandarinas podridas me abrazó por completo y me elevó en el aire y me depositó suavemente sobre la mesa de operaciones igual que un bollito crudo manejado por expertas manos panaderas. Los personal trainer del equipo médico reunidos alrededor del altar quirúrgico ejecutaban danzas sanadoras vestidos de animadoras pubescentes, mientras tú llorabas salsas picantes sin consuelo ni control por parte de la Organización Mundial de la Salud. Fue entonces cuando el hombre que claramente era el cirujano jefe y manejaba el cotarro dijo Pónganse Todos Los Chalecos Antibalas Y Meriéndense Los Potitos De Fe Reglamentarios, Porque Vamos A Realizar Un Trasplante de Médula Moral, e inclinándose sobre mí me susurró Su Alma Original Está Podrida, Pero Nosotros Le Vamos A Insuflar Una Nueva Para Que Todo Su Ser Encuentre La Dicha En Este Mundo Asqueroso Que Hemos Creado Para Usted. Ahora Cuente Hacia Atrás Los Siete Preceptos De La Gente Altamente Efectiva Y Sentirá Cómo Le Pesan Sus Párpados, y yo dije sí, quiero despertar y ser 1) proactivo, 2) empezar con un fin en la mente, 3) establecer primero lo primero, 4) pensar en ganar / ganar... ah... que ha dicho hacia atrzzz...