Literatura

“Las costumbres hacen leyes” (concurso de relatos breves San Valentín 2014)

¡San Valentín! Es el patrón de los enamorados y gracias a mi madre que rompió aguas un 14 de febrero, es también el día de mi onomástica, ya que mi nombre es Valentina, aunque mi padre también tuvo algo que ver en ello, pues, como no le gustaba perder el tiempo en estas cosas, dijo: —ya está, le pondremos Valentina. Y así me bautizaron.
Pero, como de pequeña era muy chiquita, me llamaban Tinita. Cuando empecé a ir a la escuela el cachondeo era continuo: me decían que si era hija de la tina o de la bañera, que si tenía un hermano barreño… Después, naturalmente crecí, pero seguí siendo Tinita, que como es sabido las costumbres hacen leyes, aunque esto no es lo peor: ¡ya estoy acostumbrada! Lo peor es que conocí al que hoy es mi ex marido un día de San Valentín, y me casé un año después ese mismo día. Estábamos muy enamorados, o eso creía yo. Todos los años, por San Valentín, me regalaba un ramo de flores y un fin de semana en un hotel de Benidorm, pues celebrábamos nuestro aniversario de boda, mi santo y el día de los enamorados. Ahora que lo pienso le salía bien barato: 3 x 1, como en las mejores rebajas.

Pero, este amago de felicidad, terminó cuando más tarde que pronto, descubrí que lo que se ahorraba conmigo se lo gastaba con otra: el muy granuja me engañaba desde el mismísimo día de la boda.

Me enteré por casualidad un día que se olvidó del móvil, y no pude resistir la tentación de mirar los whatsapps. (¿Por qué seré tan curiosa?) Y allí estaba la prueba. Uno de ellos decía: “Cari, no sabes cómo te deseo, el otro día me dejaste a medias no porque no me satisficieras, que siempre lo haces, sino porque quería prolongar el momento hasta el infinito, aunque eso tú ya lo sabes desde el primer día que hicimos el amor. Fue una locura hacerlo aquel día en el aseo del hotel. Estábamos celebrando tu boda, ¿recuerdas? Tú te equivocaste y entraste en el lavabo de señoras. Olías a marisco y a ginebra, pero fue “una pasada”. ¡Nunca pensé que un espacio tan pequeño pudiera dar para tanto…! Bueno, amor: te espero en nuestra casa como siempre, aunque, ¿sabes una cosa? Me gustaría volver a repetir lo de aquel día en el aseo”.

Me quedé estupefacta. “¡Y yo que creía que me quería!” “¡Qué cabrón!” “¿Quién será ella?” “¡Necesito saberlo!” “¡Tiene que ser alguna de mis amigas!” —Pensé, puesto que estaba en la boda.

Cuando llegó a casa se lo escupí a la cara:

—¿Con quién estás liado, cabrón?— Y él, con cara de póker, me contestó:

—¿A ti quién te ha dado permiso para mirar mi móvil?

—Eres un hijoputa. ¿Te atreves a negarlo?

—No seas ordinaria: no estoy liado con nadie. Es sólo una amiga a quien le gusta gastar bromas. No pasa nada: no seas tonta. Yo sólo te quiero a ti —dijo. Y añadió no sé cuantas cosas más, pero no me las tragué, y pedí el divorcio. No habíamos tenido hijos, y teníamos separación de bienes. Así que no hubo muchos problemas.

En el proceso de separación me enteré de quién era ella: una amiga de ambos que desde siempre le había tirado los tejos. Era tan evidente que no supe verlo. Yo creía que lo hacía de forma inocente. Ahora ya sé que no, que lo hacía a conciencia.

Ya sé que fui una ingenua, pues el amor no sólo es ciego. Es también irreflexivo e inconsciente y, aunque juré que nunca más volvería a enamorarme, cada año por San Valentín, espero que llegue alguien y me regale un ramo de flores y un fin de semana en un hotel de Benidorm, pues, para mi desgracia, las costumbres hacen leyes.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba