Literatura

“Planes laborales” (concurso de relatos breves San Valentín 2014)

Alicia se sentía incómoda. Deseaba algo más de atención por parte de Vicente, que atendía a lo que decían Raúl y Noemí, ambos sentados también en la misma mesa del comedor laboral. Habían llegado poco después de haberse instalado para la comida del mediodía y no se les había ocurrido otra cosa que hacerles compañía; pero no podía decir nada sin quedar en evidencia, así que había correspondido a los saludos.
Comprendía que fuese educado, pero le fastidiaba la inoportuna intromisión, cuando se las había arreglado para estar un rato tranquilos y probar de vencer la timidez de Vicente. Notaba tirantez en su cuerpo, sobre todo en la zona de los hombros. Sin darse mucha cuenta de donde estaba, se estiró en un liberador bostezo, levantando también los brazos. Noemí respingó, sorprendida por la posición que Alicia había adoptado, mostrando claramente sus formas, bien delineadas bajo el fino jersey, a los dos compañeros que tenía enfrente.

Al percatarse de esa reacción negativa y para evitar males mayores, como los típicos, y para nada bienintencionados, comentarios entre las compañeras, intentó camuflar su gesto como mejor se le ocurrió en ese momento:

—¡Uff, qué día! ¡Cómo me duele la espalda! —Para reforzar la actuación, acompañó también una fingida mueca de malestar.

No se giró para ver si colaba. Estaba satisfecha, sus dos acompañantes habían olvidado por un instante la conversación. Cuando Noemí reanudó su cháchara, Raúl giró enseguida la cabeza, no así Vicente, cuya mirada siguió todavía un poco en Alicia. Incluso luego parecía como ausente, participando apenas de la conversación hasta que acabaron de comer y volvieron al trabajo.

Primero se separaron Raúl y Noemí, entrando en su departamento que quedaba un poco antes en el recorrido por el largo pasillo, hacia la mitad venía el de Alicia. Empezó a abrir la puerta, dispuesta a reanudar sus tareas, cuando escuchó decir a Vicente:

—¿Cómo estás?
—Ya se me pasará —respondió Alicia con un improvisado gesto de malestar.
—Si te parece, puedo entrar contigo y hacerte un poco de masaje... bueno, no sé... o qué pensarán...
—No creo que haya nadie ahora, no te preocupes.
—¿Entonces?
—Sí, por favor, Vicente, me irá muy bien.

Había un pequeño margen hasta que volviesen los demás. Alicia pensó que podría ser suficiente si aprovechaba bien el tiempo. Fue hasta su silla, se sentó erguida para dejar el espacio adecuado a Vicente, que se colocó de pie tras ella. Vicente estaba nervioso, no sabía bien lo que Alicia esperaba de él, ni hasta donde podría llegar. Si por su imaginación fuese, bastante lejos, pero se tendría que contentar con mostrarse solícito, sin excesos que estropeasen la situación. Más que un masaje eran suaves caricias sobre el jersey en la zona del cuello y de los hombros. Sentía como le subía el calor y pensó que mejor no le viese, pues debía estar totalmente ruborizado.

—Me estás dejando como nueva, Vicente, sigue un poco más, por favor —Le animó Alicia al notar que se detenía.

Poco a poco las manos ampliaron la zona de masaje, un trecho por la espalda, subiendo por los lados, descendiendo otro poco por delante… El buen rato duró poco, se empezaron a escuchar voces en el pasillo. Vicente se separó con un suspiro, intentando relajarse, veía que se acababa la agradable intimidad y no pudo evitar sentirse frustrado. Se movió desde donde estaba, detrás de ella, hacia el frente de su mesa sin saber bien si podía esperar algo más. Alicia aprovechó la oportunidad:

—Gracias, Vicente, eres un sol.
—No es nada, Alicia, yo sólo...
—Oye —le interrumpió—, ¿te apetecería visitar la feria de artesanos que han puesto aquí cerca?
—¿Contigo... los dos?
—Sí, claro —Alicia mantenía una sonrisa acogedora al ver como se azoraba—. Podemos ir cuando acabemos del trabajo, ¿te parece? —continuó rápido para concretar antes de que se le escapase la oportunidad— Nos encontramos al lado del quiosco de prensa, ¿de acuerdo?
—Sí, ...esto, ...nos vemos luego —Vicente retrocedió hacia la puerta, maldiciéndose por lo torpe que se mostraba.

Salió medio tropezándose con quienes entraban. El saludo de cortesía tampoco le salió como debería, pero no se quedó a comprobar si se le quedaban mirando o se ponían a cuchichear sobre él. El resto de la tarde se le hizo eterna.

Cuando ambos salieron, después de reunirse en el quiosco se encaminaron hacia la feria. La tarde había refrescado y un viento frío que se encontraron de improviso al llegar a la esquina para cruzar la calle, fue la excusa perfecta para que Alicia se arrebujase junto a Vicente sin necesidad de dar explicaciones. El contacto fue suficiente para que ambos se sintiesen muy cercanos. Antes de que anduviesen mucho más ya iban con las manos entrelazadas y sus corazones latían unidos.

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