Literatura

“Querida Estela” (Concurso de Relatos Breves San Valentín 2013)

Querida Estela: Después de tanto tiempo malgastado, después de tantos años de guerras encendidas, de recriminaciones, rencores y mentiras, después de mil silencios que no morían en risas, después de noches largas sin medida, un día y otro día en la ceguera de ver tan sólo el daño de mi herida, cerré mi corazón y en mi sordera, hasta hoy no escuché lo que éste me pedía.
Sólo te ruego que acabes esta carta y luego, haces lo que quieras con ella, y mis palabras... si no llegan a tu alma, las lapidas, las abrasas, las rompes a pedazos, y te marchas, sin mí, como hasta ahora, y me olvidas. Pero termina de leerla, por favor, me va en ella la vida.

Me endurecí como el hielo, impenetrable, yo mismo me hice grande, no sé quién me creía. Mi ego pudo más, caí en la trampa, te desprecié hasta el punto de marcharme, diciéndote: "lo nuestro no funciona, ya es muy tarde, no hay forma de arreglarlo, cada uno por su lado; los niños, lo primero, todo de mutuo acuerdo, ellos no tienen culpa, que no sufran lo nuestro... ¿lo entiendes? ¡Merecemos que acaben las tensiones, volar con aires nuevos! ¡Aún somos jóvenes! ¡Mejor que lo dejemos! Somos incompatibles, ¡no sabemos convivir! El tedio nos apaga, la casa es un infierno. En ti no encuentro nada, ¿no puedes entenderlo? ¡Mujer, fuimos felices, pero ya pasó! Lo dejo, soy yo quien ya no aguanto...

Todo eso que te dije –¡maldigo aquel momento!– clavado en mi memoria no huyó, lo llevo dentro. Habita en mi cabeza el daño que te hice... pero en mi duro corazón, mis razones ya no viven. Se ha desdibujado todo, como el humo de los aviones volando por el cielo..., y si tú me dañaste, el tiempo lo ha borrado. He arrojado el rencor de mi casa, ese inhóspito viejo que vino a vivir conmigo sin acuerdo; ya se ha ido, ya no me queda nada de todo eso. Estoy sólo, ¡sólo! en la noche de mis miedos, preguntándome el porqué de todo lo nuestro. Mi enemigo fui yo mismo y mi orgullo desbocado, la soberbia de mis labios, mi necedad –te aseguro– no ser sincero contigo, no dar antes este paso de expresarte lo que siento, y lo que siempre he sentido desde que tú respondiste al borde de nuestra cama, con esa voz que ¡ojala Dios me hubiese gritado a zarpazos!, más tú..., con esa calma invencible pronunciaste sin dudarlo: "Yo te espero..., yo aún te sigo queriendo, te esperaré..., si puedes perdonarme por no haber sido esa con la que tú soñaste, por no saber "llevarlo", por no tener aguante. Tantas noches inquietas con el vacío inmenso viniendo a presentarse en medio de los dos –ese maldito huésped, inquilino insoportable–... Me duele que te vayas, ¡podemos intentarlo! más no esperes de mí lo que no puedo darte. Yo soy así, con mis fallos, nadie es perfecto, lo sabes; pero el amor no se exige, ni se compra, ni se vende, ni se obliga, ni se impone. ¡Puedes marcharte!..., no quiero vivir con quien no me ame. Me va a costar, ¡no lo dudes!, me costará acostumbrarme a no verte entre los niños, a no pronunciar tu nombre, a no reñirte por tantas cosas absurdas y no poder desahogarme de mis chismes... y mis murgas. ¡No te preocupes!, sin duda –como dice el refranero– el tiempo todo lo cura. Puedes marcharte, eres libre, sé feliz. Tan sólo escucha: no he dejado de quererte, ¿acaso lo dudas?

La verdad, no me sorprende que quieras dejarme ahora..., lo esperaba; tu silencio demoledor fue peor que tus palabras.

Querida Estela... He vagado todos estos años, he sido un mendigo del amor que no me han dado, he gustado la pobreza de mi propia miseria, he llorado tanto... tu ausencia... No sabía lo que era vivir sin ti, hasta que te perdí. No te pido tu perdón, porque no me lo merezco, sólo te pido que creas, Estela, sólo te pido que creas, que te quiero como nunca imaginé que te quisiera. ¡Amor de mi vida...! ¡Estuve ciego! No me atrevo a presentarme a la puerta de tu casa, pero necesito verte, sólo una vez, ¡te lo ruego...! Olvida de mí la imagen de aquel que fui sin quererlo. Ya sé que no he sido el hombre que llegó a colmar tus sueños, yo soy así, con mis fallos, nadie es perfecto, lo sabes; pero el amor no se exige, ni se compra, ni se vende, ni se obliga, ni se impone. Sólo si quieres Estela, puedes llamarme; yo estoy aquí, con mi soledad y mi vergüenza, esperándote, en este mar inmenso de recuerdos que te traen todos los días a mi orilla.

Alberto

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