Literatura

“Un amor desconocido” (concurso de relatos breves San Valentín 2014)

Fueron a recoger sus abrigos y tropezaron. Lía se adelantó a sujetar a Emma para que no cayera. Ésta se volvió para darle las gracias. La forma en que aquélla la miró le apabulló, pero a su vez, sentirse observada de esa manera le fascinó. Despertó en ella una curiosidad, junto a un deseo de no abandonar el local, decir adiós al grupo con el que había ido y seguir allí tomando una copa y charlando. Sin embargo, no fue esto lo que sucedió… Lía se puso el abrigo, se acercó a Emma y en una de sus manos alojó una nota, en la que algo más que la disculpa por un simple empujón quedaba escrito…
Emma abandonó el pub. Uno de sus amigos paró un taxi y le acompañó a casa. Al colgar el abrigo, sacó la nota y vio un número de teléfono. Se tensó. ¡Qué le pasaba! Por qué esa chica provocó tanto su atención para pasársele por la cabeza llamarla y averiguar qué quería. Emma únicamente había mantenido relaciones con chicos y nunca se había sentido atraída por ninguna mujer.

Una semana después, sentada en una silla con una copa de vino en la mano, Lía observaba la destreza de Emma en la cocina, mientras contaba que a los quince años descubrió que le gustaban las chicas. Sus miedos por lo que empezaba a sentir y el desasosiego que le producían esos sentimientos. Se había enamorado de una amiga del instituto, a la que nunca se atrevió a insinuar lo que le estaba pasando.

Terminaron la magnífica cena y fueron a sentarse en el sofá, una al lado de la otra. Intercambiaban confidencias cuando Lía se acercó a Emma y la besó. Ésta no se opuso pero tampoco fue efusiva al sentir los labios de una mujer rozando los suyos. A Lía no le importó la falta de respuesta de la chica que le había robado el corazón. Sabía cómo se sentía una mujer la primera vez que era besada por otra. Siguió besándola de forma apasionada, hasta que por fin Emma despertó a la experiencia y se entregó: sentía algo desconocido, hermoso y profundo: un ballet de mariposas recorría su cuerpo.

Pasaron tres años y a Emma le parecía increíble el grado de entendimiento que podía llegar a alcanzar una pareja. La compenetración entre Lía y ella era bestial. La relación fluía de forma natural, sin pactar condición alguna con el fin de que la convivencia fuera sostenible y no se desatasen conflictos, como les ocurría a otras parejas. En Lía había hallado la armonía, el equilibrio y la belleza del amor.

Se encontraban en París disfrutando de unos días de vacaciones y una noche Emma confesaba:

—Cariño, quería comentarte una cosa que llevo tiempo pensando… ¡Deseo tener un hijo!
—Explícame eso de que quieres tener un hijo…
—Llevo algún tiempo asida por una necesidad de que tengamos un bebé pero en nuestro caso, está claro que sólo tenemos una opción: adoptar.
—Menudo susto me has dado, se me ha cruzado por la mente que querías tenerlo con alguno de tus amigos.
—Cómo has podido pensar una cosa así. Mi verdadero deseo es que adoptemos un niño y lo criemos como un hijo nuestro…

Sin terminar de pronunciar la última palabra, Lía abrazó a Emma. Su mirada colmada de amor y deseo buscó los profundos negros ojos de su amada. Acarició dulcemente su cara reconociendo cada una de sus líneas, siguió acariciando su cuello de cisne y se detuvo en su pecho… hasta que sintió la urgencia de Emma… Besó hasta el último resquicio de su cuerpo... A punto de estallar, olvidaron si existía alguien más que no fuera el amor entre ellas, envueltas en esos momentos de intenso placer...

Cuando volvieron de París empezaron con los trámites de la adopción. La documentación y demás requisitos que exigían eran infinitos. Decidieron no comunicar a los organismos oficiales la relación que mantenían por miedo a que desestimasen la solicitud. Así, cada vez que los servicios sociales avisaban de que iban a presentarse en casa, Lía desaparecía.

No entendían por qué no podían adoptar como cualquier otra pareja. ¿Qué daño ocasionaban a la sociedad dando amor y cuidando a un niño? ¡Tantos como había abandonados, necesitados de una familia! ¿Se podría hacer algún día de forma legal, no teniendo que engañar por temor al rechazo? Estaban hartas de los problemas con que se enfrentaban cada día. Los centros de adopción no cesaban de poner trabas y de complicar la tramitación.

Transcurridos dos años. Un día al llegar a casa encontraron una carta. Emma y Lía la leyeron y mientras sus manos entrelazadas estrechaban una a la otra, rompieron a llorar. Les notificaban que la solicitud de adopción había sido rechazada, sin más razonamiento.

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