Cultura

27 de Marzo

Dicen que fue allá donde Tespis perdió el gorro donde comenzó todo este asunto del teatro, aunque siendo algo más precisos y menos dados a tomar Europa como referente de todo, encontraríamos que en India, Brahma añadió un quinto libro a los cuatro sagrados, el Naytya-Veda, dedicado a la danza, el canto, la mímica y las pasiones. También encontraríamos documentación datada en el año 2.000 antes de Cristo, que nos hablan de manifestaciones dramáticas donde se representaban los vientos, la vida diaria y los hechos sagrados. La más famosa celebración egipcia se realizaba en torno a Osiris, y se desarrollaba en el desierto durante ocho días consecutivos correspondientes a cada uno de los ochos actos de la obra.
Aún así, abandonándonos a nuestra tendencia europea tendremos que suponer que fue en Grecia donde, mediante las celebraciones ofrecidas en honor al nacimiento de Dionisos, nació el arte teatral hace unos treinta y dos siglos. Y si seguimos moviendo el mundo con el motor de nuestro continente, tendremos que decir que el teatro surgió mediante la evolución de las procesiones y cantos –ditirambos– que acompañaban el carro naval que transportaba al dios griego. El carro de Tespis. Sería poco después, con la separación del coro de uno de los coristas, el corifeo, cuando se encarnó el primer personaje y cuando con él apareció el primer actor. El teatro nació en cualquier caso y en cualquiera de las geografías de la celebración común y del diálogo. Del intento de representar lo desconocido, de comunicar lo inaccesible, de atrapar lo inasible. Y esto sigue siendo así hoy día, más allá de otros procedimientos artísticos, el teatro es capaz de retornarnos a la conmoción y a la catarsis. Aunque el rastro del sainete o de la comedia romántica, parezcan haber sido los supervivientes a todo el esfuerzo de investigación y de trasgresión de principios del siglo pasado –donde quedaron los grandes nombres: Stanislavsky, Brecht, Meyerhold, etc.–. Aunque el sainete y la comedia de salón, junto al stand-up, parezcan ser el único teatro que nos queda, les aseguro que no es verdad. Por eso me alegro que para conmemorar el Día Mundial del Teatro podamos contar con el trabajo que se realiza en el taller de investigación artística La Creativa, de la mano de Jose y Miguel Ángel. Allí, en la Casa de Cultura, podremos celebrar asistiendo a la lectura dramatizada de El año de Ricardo, un texto de la recientemente galardonada Angélica Lidell. Un texto descarnado que arranca a tiras las palabras de Shakespeare y las trae hasta nuestros días deglutidas y transformadas para ofrecernos un nuevo producto, tan viejo y sabio como el anterior y tan esclarecedor de nuestros tiempo como solo el mejor teatro podría ofrecernos. Nos vemos allí, acudan y disfruten, y Feliz día del teatro.

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