Cartas al Director

60 años y una ausencia

El pasado 5 de diciembre, en el Teatro Chapí, tuvo lugar un acto conmemorativo sobre el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Han sido sesenta años desde que se hiciera público aquel documento que tanta trascendencia ha tenido y sigue teniendo en nuestras vidas, bien por ser referente en la legislación, bien por servir de guía en comportamientos sociales diversos. El caso es que los Derechos Humanos siguen siendo un faro en el cambiante transcurrir de nuestra existencia, máxime ahora que estamos sometidos a tremendos vaivenes en forma de crisis económica, política y social. Los Derechos Humanos son treinta razones para no perder la esperanza en que un mundo mejor es posible.
Decía que se llevó a cabo un acto que sorprendió por lo bien realizado y el esfuerzo colectivo que supuso para organizadores: concejalía de Servicios Sociales, trabajadoras sociales, director del teatro, orquesta… y todas aquellas personas que desinteresadamente colaboraron en una puesta en escena que, si la hubiésemos visto en Madrid, por ejemplo, habríamos hablado excelencias, sin embargo se produjo en nuestra localidad. La mezcla música-derechos humanos, fotos y alocuciones –muy bien por la presentadora–, discursos previos y un cuidado y exquisito formato, no exento de profundidad y compromiso, fue el resultado de esa noche, en que se mostró al público una realidad que impera, que es acuciante y dolorosa, que nos salpica en las conciencias y nos hace, confío, sensibles a otro mundo infinitamente menos dichoso que el nuestro. Es de resaltar que el beneficio de la recaudación fuera para la Asociación de Alzheimer, cuya representante expuso con solvencia la situación actual de su grupo. Mención hay que hacer, a mi juicio, del discurso que pronunció el concejal, sr. Pedrosa, en el que dio cuenta de forma resumida, elocuente y con brillantez del asunto de la noche: los Derechos Humanos. No me olvido, tampoco, del patrocinador, que fue Caja Murcia. Y… el público, imprescindible en cualquier acto; receptor, en este caso, de un mensaje de concordia y esperanza. Un público –ciudadanía, no olvidemos– que, temo no equivocarme si digo, se vio sorprendido por la apuesta institucional. Sorpresa al ver, por primera vez, plasmados los treinta derechos humanos, uno tras otro al son de la música del compositor Sibelius. Derechos Humanos que llenaron la pantalla del teatro, desgranando su articulado con imágenes alusivas. Todo un espectáculo. Insisto, para algunas personas seguro que era la primera vez que oían y podían leer los derechos humanos. Todo un logro.

Pues bien, en el teatro, en una ocasión como la que intento dibujar, en una sesión en la que no se habla en clave de partido político concreto, sino que es la DUDH, nada más y nada menos, en esa ocasión especial…¡no estaba mi Alcaldesa! Lo voy a repetir ¡mi Alcaldesa!, poco importa si la he votado o no. Nuestra Alcaldesa. En esa noche no estaba celebrando, con sus conciudadanos, un acto promovido y confeccionado por… ¡el propio Ayuntamiento! Estoy seguro que doña Celia Lledó tendría otros asuntos más importantes y urgentes que atender que asistir al 60º aniversario de la DUDH. ¡Una pena!

Opino que a veces, en política, hay que dejarse ver en escenarios que, a lo mejor, no gustan, o sí gustan, pero…. Con todos mis respetos, considero que perdió una buena oportunidad para dar mayor validez, la que le da su cargo de mayor rango municipal, a la ceremonia de los Derechos Humanos. Yo la eché de menos.

¿Cuántas oportunidades tiene un político de celebrar conmemoraciones como ésta? ¿Acaso se ve tan longeva en el cargo para ignorar estos acontecimientos cuyo fin es el de aunar, el de sumar, el de conciliar actitudes y, en el fondo, superar enfrentamientos?

La eché de menos. ¿Yo sólo?

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