Testimonios dados en situaciones inestables

Abelardo, 55 años

Aunque me vea así, sangrando y en un estado deplorable, acompañado de estos policías y quizá irremediablemente cercano a morir, no piense, señor doctor, que soy una persona violenta o que mi vida ha sido un tributo a la sinrazón. Todo hombre debe hacer lo que debe hacer, aunque no sepa qué es lo que debe hacer hasta que llega el momento.
¿Le parece una afirmación sectaria, imprecisa y evasiva? Husmee dentro de su sótano moral y no tenga miedo de lo que encuentre. [Asegurando permeabilidad de la vía aérea con control de la columna cervical.] Yo soy un hombre sociable hasta las doce de la noche (ahora son las cuatro de la madrugada), pero después de esa hora puedo no ser totalmente yo. De modo que hace poco más de media hora fui despertado por un ruido estridente y repetitivo, que ascendía de la calle justo debajo de mi ventana. Pasado el primer momento de embotamiento, empezó a clarificarse la naturaleza del ruido, y comprendí que se trataba de esa suma de agresiones sonoras que algunos jóvenes consideran música moderna. [Controlando hemorragias externas aplicando compresión local directa.] No piense mal, doctor, me considero una persona tolerante, y en cuanto a gustos creo que la cuestión no es si cada uno es libre de preferir lo que le dé la gana, sino cuándo y cómo el gusto se convierte en delito. Delito en un sentido amplio, civilizado. [Valorando estado neurológico. Explorando tamaño y reacción pupilar y Escala de Coma de Glasgow.] Como le decía, salí al balcón (vivo en un segundo piso) con la intención de disuadir a aquellos delincuentes chirriadores de que desistieran de su actitud, y me encontré con una especie de antiguo Hunday Coupe Espacial que debía de haber aterrizado allí, porque parecía más indicado para volar que para circular por una carretera. [Desnudando al paciente.] Fuera del artefacto había dos jóvenes vestidos con extraña ropa deportiva brillante cuatro tallas más grande de las que les correspondían por complexión. [Colocando sondas nasogástrica y vesical.] Les dije que por favor silenciaran su máquina rugidora, a lo que me miraron con una mezcla de indiferencia y desprecio, y entonces mi Mr. Hyde se despertó. [Examinando exhaustivamente mediante palpación y auscultación.] Cogí el yermo pero sólido macetero rectangular y lo lancé al techo del coche. [Detectando neumotórax.] No habían salido de su asombro cuando me lancé sobre ellos. [Colocando catéter tipo Abbocath grueso (nº 14) en 2º espacio intercostal, línea medio clavicular] Caí de lleno sobre sus cuerpos, y se oyeron ruidos de huesos rotos, miembros dislocados y órganos reventados. [Colocando tubo torácico de drenaje pleural, en 4º-5º espacio intercostal, línea medio axilar.] Acerté de pleno, doctor, y la sangre empezó a manchar sus radiantes ropas. [Shock hipovolémico.] Me levanté como pude y silencié la música infernal, mientras ellos aullaban de dolor; también los silencié a ellos con los restos del macetero. [Canalizando dos vías periféricas de grueso calibre (G14) e infundiendo Ringer lactato.] Dígame, doctor, ¿la razón es la respuesta? [Comienzo de parada cardiovascular.] ¿Puede un hombre solo y pacífico contestar la pregunta con su propio cuerpo?

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