Abandonad toda esperanza

Adaptar(se) o morir

Abandonad toda esperanza, salmo 410º
Aunque un vistazo a los estrenos, los actuales y los que están por venir, parezca indicar lo contrario, no todas las adaptaciones cinematográficas de cómics están protagonizadas por superhéroes. Así lo demostró hace unos meses La vida de Adèle, que puede recuperarse ahora en formato digital, y así lo corrobora ahora Crónicas diplomáticas, basada en la historieta satírica de Abel Lanzac y Christophe Blain de la que ya les hablé hace unas cuantas columnas. El film, que adapta de forma bastante fiel el primer álbum de la serie, viene avalado por el premio al mejor guion del pasado Festival de Donosti y por la firma de su director, Bertrand Tavernier, otrora realizador prestigioso que precisamente hoy cumple años y que empieza a sufrir un cierto ninguneo por parte de la crítica especializada: créanselo o no, cuando hablaron del film en el programa Página 2 de TVE comentando las semejanzas y las diferencias respecto del cómic en que se basa, ni siquiera se molestaron en mencionar al autor de cintas tan soberbias como Ley 627, Capitán Conan u Hoy empieza todo. ¿Se adivina un cierto menosprecio por atreverse a adaptar un tebeo? El prestigio alcanzado por la mencionada cinta de Abdellatif Kechiche -Palma de Oro en Cannes, nada menos- parece indicar lo contrario. Puede deberse más bien al poco respeto que injustamente sigue inspirando la comedia, género al que sin duda pertenece este film a mi parecer espléndido (que hasta se permite unos créditos finales con tomas falsas a lo comedia tontorrona de Hollywood); o quizá se deba a que el desprestigio que, este merecidamente, sufren los políticos hoy día ha terminado por contagiarse a los cómicos que los interpretan.

Dicho esto, tampoco se puede negar que el género superheroico se lleva la parte del león en lo que a versiones para el cine se refiere. Y en esto la compañía Marvel Comics le lleva mucha ventaja a su rival DC, aunque Superman y Batman sigan siendo los superhéroes más populares de todos los tiempos. Para muestra un botón: ahora mismo pueden ver en los cines las últimas aventuras fílmicas del Capitán América y Spiderman, y ahí seguirán dentro de un mes cuando llegue la nueva y muy esperada cinta de los X-Men, con lo que ya serán tres las películas en cartel protagonizadas por héroes creados por Stan Lee... que a sus 91 años sigue en plena forma y debe estar bañándose en monedas de oro a lo Tío Gilito. Y eso por no mencionar Guardianes de la Galaxia, que se estrenará en agosto, y es muy posible que para entonces todavía se mantengan en cartel, al menos en las grandes capitales, todas las anteriores.

Pero vayamos por orden: ya les adelanto que Capitán América: El soldado de invierno es al menos para el que esto suscribe la mejor película de Marvel Studios hasta la fecha. Superior a la primera entrega del patriótico personaje, a las de sus compañeros Iron Man, Hulk y Thor, e incluso a aquella Los Vengadores que a fuerza de reunirlos a todos dio pie a uno de los blockbusters más entretenidos y mejor acabados de los últimos años, es prueba fehaciente de que en esta ocasión los responsables de la presente cinta tomaron buena nota de lo que apuntaba Christopher Nolan en su trilogía del Hombre Murciélago: que los espectadores más incondicionales del género, como los lectores más veteranos de los cómics en que se inspiran, se han hecho mayores y demandan algo más que las espectaculares peleas de turno. Para ello, han tomado prestada una de las mejores historias recientes del personaje, concebida por el guionista Ed Brubaker (no lo olvidemos, surgido del panorama independiente y fanático del género negro más que del superheroico), y han convertido la franquicia en un relato conspiranoico que, sin ser complicado de seguir, sí trata temas complejos más propios de la era post Watchmen que no de la Edad de Oro del medio. Para ello enfrentan dos conceptos como libertad y seguridad, que lamentablemente resultan opuestos en la mayoría de ocasiones, ponen en entredicho a las fuerzas de seguridad, colocan al protagonista y a su aliada (encarnados por Chris Evans y Scarlett Johansson) en plena fuga al más puro estilo de El fugitivo, reinician buena parte de la mitología de la franquicia como hizo la magistral Skyfall con James Bond, y recuperan a un Robert Redford que evoca a la época de Todos los hombres del presidente y Los tres días del cóndor y que aquí, lejos de limitarse al esperado cameo de lujo, se convierte sin esfuerzo en el amo del cotarro. Todo ello sin sacrificar los apuntes de humor bien dosificados, la vertiente moral que ensalza la amistad y el honor... y el espectáculo puro y duro, del que hay a mansalva. Una joya para ver y revisar.

Por su parte, la nueva entrega de The Amazing Spider-Man es mucho menos redonda, pero no carece de interés. Vaya por delante que aunque el Hombre Araña pertenezca a Marvel, el film es una producción de Sony a través de Columbia Pictures, a quien aquella cedió los derechos de las películas del personaje antes de fundar su propia productora. Dicho esto, la cinta que vuelve a dirigir Marc Webb no carece de defectos: la trama propiamente dicha no es nada del otro jueves; y los villanos, que deberían ser de lo más interesante de la oferta, muy al contrario resultan mal construidos (el Duende Verde), carentes de la fuerza necesaria (Electro) o directamente ridículos (ese Rino episódico y autoparódico que solo se explica si pensamos en que vuelvan a recurrir a él en una futura entrega de la saga). Pero frente a este punto débil (y, para qué vamos a negarlo, fundamental) de la cinta, hay que reconocer que los artífices del film, incluyendo a los actores Andrew Garfield y Emma Stone, le han cogido el pulso a los personajes de Peter Parker y Gwen Stacy, y su relación llena de altibajos funciona a la perfección. Esto no quita para que algunos espectadores piensen que no hay gran diferencia entre lo que aquí se cuenta y otras cintas destinadas a un público adolescente como Crepúsculo o Los juegos del hambre. Por mi parte, creo que estos espectadores se olvidan de que el protagonista es un adolescente, y de que ellos también lo fueron cuando empezaron a leer sus tebeos. Nadie tiene la culpa, ni siquiera el Omnipresente y Todopoderoso Stan Lee, de que nos hayamos hecho mayores. La única solución que se me ocurre es adaptarse, intentando revivir al adolescente que fuimos, o morir; o lo que es lo mismo: que ya no tengamos interés por reflejarnos en los superhéroes que quisiéramos ser, y solo nos identifiquemos con los individuos mediocres que quizá seamos, al estilo de los políticos de Tavernier.

Crónicas diplomáticas (Quai D’Orsay), Capitán América: El soldado de invierno y The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro se proyectan en cines de toda España.

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