Alcaraz se afianza sobre la hierba de Wimbledon
Pasa a tercera ronda superando a Griekspoor y dejando mejores sensaciones que en su debut
Sin mucha exuberancia pero sí con una cascada de decisión, Carlos Alcaraz se clasificó para los dieciseisavos de final de Wimbledon. El español volvió a las pistas londinenses con otra buena actuación y supo sobreponerse a las minas que Griekspoor le fue colocando durante el duelo.
Perdonó el neerlandés en el segundo set, cuando se preparaba para sumar su primera muesca, y desde entonces, salvo algún pequeño bache en el tramo final, el español fue bastante superior rival, que pese al 3-0 final compitió con orgullo y siempre dio la cara. Le faltó instinto asesino, pelaje de depredador alfa, algo que Alcaraz le sobra.
Ritmo lento y fuertes saques marcaron el inicio del duelo, inédito hasta la fecha un cruce entre Alcaraz y Griekspoor. El español, pese a que no conseguía restar con precisión, mostraba buenas sensaciones en los primeros compases, imponente su físico sobre el verde pese a que a priori brilla más sobre la tierra o la pista dura.
Mandaba el neerlandés en cualquier caso durante los juegos iniciales, subiendo a la red y aprovechando algún que otro error no forzado del murciano, aunque las dejadas de Alcaraz, casi un mito del tenis moderno pese a su corta existencia, comenzaban a asomar tímidamente y crecía el español en base a ellas. Poco a poco, comenzaba con su danza, intimidatoria y volátil, y dejaba a Griekspoor con cada vez menos opciones en el primer set, que perseguía misiles y no contrarrestaba ninguno. Finalmente, el puño de Alcaraz se alzó con fuerza tras amarrar el primer acto.
Buscaban los dos tenistas con hambre la red, subir reportaba interesantes beneficios. Griekspoor encajó bien el primer golpe y se mostraba como una estable construcción, si miedo al abanico de golpes de Alcaraz y con respuesta para la mayoría de interrogantes que le proponía su joven rival. Duelo de rachas y abultado electrónico, ninguno desfallecía, quedarse descolgado del conflicto no era una opción. La belleza de los puntos también iba en aumento, aplaudía la grada londinense con ímpetu mientras que la autoridad y la confianza de Griekspoor con el paso de los minutos crecía sin descanso.
El de Países bajos, muy agresivo, se refugió en su potente saque para acorralar a Alcaraz, pero este, en el abismo, se puso la piel de lobo. Forzó el tie break tras un gran último juego del segundo set y en la ruleta rusa fue incontrolable y dominante (7-0). Si nota la confianza, el beneplácito de su rival, Alcaraz no tiene piedad.
Griekspoor se encomendó al resto para cambiar el rumbo del encuentro, pero Alcaraz no quería ninguna insurrección que arruinase la plácida tarde londinense. Sin embargo, tras un brillante comienzo, ya con la miel en los labios y el 2-0 en el marcador, el murciano comenzó a acumular errores no forzados, algo menos fiero y más complaciente en sus golpes. La red se erigía más alta de lo normal, sus bolas no pasaban, y Griekspoor descubrió una ruta hasta el momento oculta para salir del bache.
Pero en pleno pantano, cuando más difícil es la empresa, a Alcaraz le hierve la sangre, le das la mano para ayudarle a levantarse y te coge del brazo para tirarte. Poco le duró la flojera al español, que comenzó a celebrar de manera cíclica y con cada vez más frecuencia sus puntos. Una batería de morteros que solo tuvo fin cuando el partido claudicó en su favor.