Testimonios dados en situaciones inestables

Alejandro, 43 años

Antes era un tipo simpático, una buena compañía, pero desde que perdió el trabajo y le abandonó su mujer está completamente insoportable, un verdadero dolor de cabeza. Antes quedabas con él y te tomabas media docena de cervezas y te reías hasta las tantas de la madrugada, pero ahora está siempre de mala hostia y no hay quien lo aguante.
Se pasa todo el tiempo lloriqueando y quejándose de su suerte. ¡Como si los demás tuviéramos la culpa! ¿Le cuento yo mi problema con el arranque del coche, que a veces me falla y me deja tirado y es un verdadero rollo? Pues no, claro; porque los problemas son para que cada uno se-los-so-lu-cio-ne-en-su-ca-sa. Y sí, es verdad que su padre murió hace unos meses, y que su madre está perdiendo la cabeza, pero no es el único que tiene familia, ¿no? Que el que más y el que menos tiene que aguantar a cuñados snob en la comida de los domingos…, ¡y yo no voy por ahí dándole la paliza a todo el que me encuentro! Y reconozco que lo de su hija es una putada, con la mierda esa de enfermedad rara que le han sacado, que hasta ha tenido que vender la casa (que acababa de comprar) para pagar el tratamiento, pero para eso están los hijos, ¿no? Para hacer lo que haga falta; para dar tu vida si es necesario. Y es que me parece muy fuerte que vaya de víctima por ahí todo el día, con cara de tubérculo casero, sin pensar en los demás, como si fuera el ombligo [cara de besugo engreído] del mundo. ¡Venga, que todos vemos los Simpson! ¡Que no hay problemas grandes sino mucho tiempo libre! Que yo también podría ir por ahí contando lo de la semana sin lavadora por la tontería de la cubeta del jabón, pero a ver: ¿qué arreglo yo aireando mis dificultades? Pues nada; crearme enemigos, que me miren como a un aguafiestas. Que es lo que le pasó a él, que ya nadie le buscaba para tomarse media docena de cervezas. Pero como nos daba lástima (muy en el fondo) decidimos darle una oportunidad. Nos pusimos de acuerdo El Mantecas, El Ojobúho, El Extremeño (que aunque no es de Villena le respetamos como si lo fuera, porque se lo ha ganado a pulso, sin quejarse de bobadas, queriendo al pueblo más que al suyo propio –que todo hay que decirlo, es una mierda de pueblo, con más gente sosa por metro cuadrado que en una comuna ecológica–) y El Sacaburros, y quedamos con él como si no pasara nada. A los cinco minutos de llegar ya estaba lloriqueando como una muñeca de esas para las crías, parecía que se iba a suicidar allí mismo. Solo porque, dijo, le habían diagnosticado un tumor en no sé qué sitio. Lo sacamos en volandas entre los cuatro, lo metimos en el coche, nos lo llevamos al aeropuerto, le sacamos un billete para su país, y ni siquiera le dejamos que nos diera las gracia.
- ¡¿…?!
- Pues claro, lo hicimos por su bien. Si no saben vivir con las costumbre de aquí, pues que se vayan a su país.

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