Apaga y vámonos
No se confunda nadie, no soy Aureliano Buendía. Mi colega de columnas sigue allí detrás, en la última del periódico, despidiendo cada semana la edición de EPdV. Y ya que hablo del orden de las columnas en el periódico, tengo que decirles (sin que se entere el boss) que esto de estar en la página 2 y ser la primera columna de la semana, no quiere decir que sea la primera en ser leída, o sea, no era un ascenso.
Por lo visto, cuando la gente abre el periódico, de forma instintiva se va a buscar la derecha, la columna de la derecha. A ver, que con esas risitas que me están soltando me estoy liando. No quiero decir que los lectores, instintivamente, sean de derechas, sino que es lo habitual leer primero lo que dice la derecha y luego ir a ver lo que dice la izquierda. En fin, dejémoslo porque me estoy armando un monumental lío para decir que a Mateo y a Aureliano los lee más gente que a mí.
En fin, que no es de nada de esto de lo que yo venía a hablarles esta semana. Hoy quiero hablarles de teatro, ¡ea! Que me ha entrado la vena cultural y si la semana pasada manifestaba mi respeto hacia el trabajo del cantante villenense de Hip-Hop DK, esta semana quiero hacerme eco de lo que hacen otros jóvenes de nuestra ciudad cuyo esfuerzo se centra en el teatro.
Quiso la providencia que el domingo coincidiese en la casita con mi nuevo amigo Melendi (vamos, que si pensabas que me iba a cortar es que no me conoces) y tuvimos ocasión de hablar un rato sobre el teatro, de cómo se lo montan los actores (y actrices, claro) de Villena para compatibilizar trabajo o estudios con la preparación de las obras de teatro que van a representar a lo largo de la temporada.
Aclararé, no obstante, que eso de llamarle Melendi es cosa mía y no es, desde luego, porque tenga nada que ver con el cantante que vino a Villena. Para empezar, mi amigo ni tan siquiera fuma, es un joven sanote. ¿Por qué le llamo así? Pues sinceramente, no lo sé. Tal vez sea mi forma de expresarle afecto y abrir las puertas de la confianza, de que se sienta uno más entre este fantástico y numerosísimo grupo familiar que nos juntamos en Pascuas en el mismo lugar. No es Bulilla ni El Grec, lo siento, Valdés.
No es que yo sea muy mayor, en edad, digo. Recién cumplidos los 31 años creo que acumulo suficiente experiencia (al menos otros 10 años) como para ser capaz de saber cuándo una persona está comprometida con lo que hace y con lo que dice. Y es precisamente por lo que dice y por cómo lo dice, que me di cuenta que mi amigo es un apasionado del teatro.
Me explicó los pormenores de la preparación de cada obra, de cada acto, los esfuerzos para memorizar y asumir el papel que el Director les adjudica. Están preparando una obra que será representada el próximo día 5 de mayo con el mismo título de esta columna. Dejo para plumas más finas, como la de Leal, la crítica técnica, yo sólo les animo a que vayan a la representación y mientras la ven, piensen que cada diálogo, cada gesto, cada comentario ha debido ser estudiado, memorizado, depurado y refinado con la profesionalidad que estos artistas destilan sobre el escenario. Si a Uds. o a mí nos dicen que, además de trabajar 8 o 9 horas al día, tenemos que hacer semejante esfuerzo y sin cobrar un duro, diríamos, seguro: Apaga y vámonos.