Testimonios dados en situaciones inestables

Aurora, 26 años

Digamos, por ejemplo, que Ud. es una joven de 26 años, imaginativa, optimista sin motivo, deseosa de exprimir cada molécula de oxígeno que viaja por su cuerpo, pero que siente una invisible resistencia a cada paso que da.
Una joven que estudia Prevención de Riesgos Laborales de forma no presencial en la Bureau Veritas Formación SA con la intención (indeterminada en su cabeza) de adquirir una formación útil para un futuro mejor (aunque nunca se ha parado a pensar si un futuro mejor es lo mismo que hoy pero sin el desenfoque de la esperanza; es decir: fantasía) mientras trabaja de administrativa en una asesoría que cruza (como una anciana viuda de pensión no contributiva o un gato callejero cojo y tuerto) una etapa de calladas dificultades. Una joven que asiste a clases de Pilates (Método Core Pilates con extrañas incorporaciones New Age como círculos de piedras energéticas, quema de esencias de nombres antipublicitarios, etcétera, etcétera), devota de la línea de cosmética Borghese en sus acepciones Minerali o Spa Tónico que compra por internet en cantidades que denotan cierta inestabilidad mental y con suculentos descuentos. Una joven que tiene un novio desde los dieciséis, un chico pálido y aburrido pero de gran corazón, convencional en gimnasia sexual quizá debido al tópico complejo de creer que las mujeres desean (en general, y su novia –Ud.– en particular) gladiadores de ciento veinte de perímetro torácico e innombrables dimensiones fálicas. Un chico que trabaja de auxiliar administrativo en el ayuntamiento de una ciudad vecina y agonizante y que ahorra casi todo su mísero sueldo para que pronto puedan (si la ciencia inmobiliaria es propicia y lo permite) comprar un pisito VPO en medio de ningún lugar y Ud. y él irse por fin a vivir juntos esa vida que van arañando a la exhausta imaginación. Supongamos, como digo, que Ud. es esa joven y conoce a un tipo de mediana edad, atractivo, de piel sospechosamente estirada y pelo esculpido rematado con un flequillo como un pliegue prerrafaelista. Un tipo desenvuelto a la hora de costear necesidades de segundo orden como pañuelos Vendrell & Associats o bolsos Fendi, con una amplia y misteriosa agenda de contactos que abarca todos los estratos sociales sin excluir aquellos donde un padre nunca depositaría a una hija pre-púber. Un tipo, en definitiva, que la rapta a Ud. sin violencia como un vulgar flautista y la lleva a un lugar cuyo decorado se sostiene con bricolaje de urgencia, pero en el que Ud. se siente más cerca de ese futuro indeterminado que añora y que le da fuerza para dejar a su anémico novio de siempre. Un Tipo que la saca del trabajo, le regala un apellido, un círculo extravagante de superficiales amigos, un viaje a Tailandia y un todoterreno, y que la obliga a humillarse sexualmente con prácticas que Ud. nunca se imaginó que pudieran existir. Admitamos, en definitiva, que Ud. es esa joven y ha tomado todas esas decisiones. Imagínese que está ahí, rodeada de todas esas cosas duras y brillantes. ¿Cree que sería verdaderamente feliz?
- Quizá, habría que saber la marca y precio del todoterreno.

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