Carlos Alcaraz, campeón y nº 1 del mundo a los 19 años
El pupilo de Ferrero gana su primer Grand Slam y se convierte en el número uno mundial más joven de la historia
Carlos Alcaraz cumplió el doble sueño de cualquier tenista el mismo día. Con 19 años y 4 meses abrió su palmarés de Grand Slam conquistando el US Open, en su segunda participación, octavo ‘grande’. Va muy rápido, tanto que se convirtió además en el número uno mundial ATP más joven de la historia, batiendo el registro del australiano Lleyton Hewitt, con 20, ascendiendo desde la cuarta plaza. Una precocidad que anticipa la inmensidad del fenómeno.
El murciano enseñó sus múltiples facetas, exuberantes, para librar una final complicada porque el noruego Casper Ruud, 23 años y nº 7 (desde hoy 2), enseñó progresos, la experiencia de la otra final perdida, en Roland Garros contra Rafa Nadal, para poner en aprietos al más talentoso Alcaraz. Y exhibió además ‘fair play’ dando un punto al español que el juez de silla había arrebatado por error. Un gesto del agrado de la academia de Nadal, de la que forma parte.
Alcaraz hizo golpes imposibles, de esos que levantan al público, pero también enseñó que sabe sufrir, reponerse de un ligero bajón producto de la juventud, de la presión de tanto en juego y las 20h.19’ gastadas antes de este encuentro, con dos citas que le llevaron a dormir a las seis de la mañana, levantando un punto de ‘match’ ante Jannik Sinner en cuartos.
Pudo con todo, venció 6-4, 2-6, 7-6 (7-1) y 6-3 en 3h.20’. Se puso de los nervios, crispado, recibiendo un 0-4 en el segundo set. No ayudó que dejara escapara una ventaja de 2-0 en el tercer set. Renegaba, se martirizaba, fallaba más de lo habitual. Unos minutos de tensión que subrayaron después su capacidad de reacción y la facilidad para encarar los momentos más difíciles con valentía y brillantez.
Remontó dos puntos de set, visitando la red sin dudarlo, para llegar al ‘tiebreak’ (7-1) en el que envió un mensaje definitivo a su rival, como en el tuit publicado horas antes, recordando con emojis la filosofía de su abuelo Carlos de las tres ces: un cerebro (cabeza), un corazón y dos huevos (cojones). Y la capacidad de un superdotado, trabajador infatigable y apasionado de este deporte y la competición. Moldeó su cuerpo, reforzó la mente. Se convirtió en un máquina que precisaba del rodaje de vivir experiencias únicas. Maduración temprana. Un proceso asentado en los premios recibidos.
Se llevó de Nueva York el gordo. Con carisma e historial, su figura crece. El héroe de El Palmar, pedanía de Murcia, traspasa fronteras. Si jugó a ping pong con los explosivos Cilic, Sinner y Tiafoe, pasó el examen de controlar sus emociones ante el ordenado muro noruego, reforzado desde los antecedentes de Marbella’21 y Miami ‘22.
Precocidad absoluta
Es un deportista de recursos el campeón más joven del Open USA desde que el estadounidense Pete Sampras triunfase con 19 y un mes en 1990. El más precoz en Grand Slam desde el impactante debut de Rafa Nadal en Roland Garros 2005, con 19 años y dos días de edad.
Río, Miami, Godó, Madrid y, la excelencia, el US Open. El trampolín a nuevos objetivos grandes. Quinto español que entra en el palmarés del evento, después de Manolo Santana (1965), Manolo Orantes (1975), Rafa Nadal (2010, 2013, 2017 y 2019) y Arantxa Sánchez (1994). Una revancha para su entrenador Juan Carlos Ferrero, que en 2003 dejó este mismo sitio como número uno pero sin el trofeo. Se lo arrebató Andy Roddick.
También reinaron en sus circuitos Nadal, Carlos Moyà, Arantxa y Garbiñe Muguruza. El sexto en la lista es Alcaraz, que bajo el techo del Arthur Ashe Stadium, ya que llovía fuera, cerró su show en las Américas con un colofón perfecto. Enseñando tenis y personalidad. Bien arropado por su nutrido equipo, al que ayer se unieron los miembros que no habían estado hasta este día tan especial.
Trofeo, número uno, un talón de 2.200.000 dólares. ¿Qué más podría pedir? Algún colega daría por cerrada su trayectoria. No será el caso de Alcaraz. Sólo es el comienzo de una aventura apasionante. Se dejó caer en el suelo ebrio de felicidad y soltando las primeras lágrimas. Carlitos sonríe, se divierte y padece si toca. Como los craks.