Cartas al Director

Carta a mi hijo

Querido hijo: ¿Cuánto tiempo hace que no hablamos tranquilamente? Yo ya he perdido la cuenta. Y es que tú nunca tienes tiempo. Siempre tienes prisa para ir a alguna parte o porque tienes que hacer algo que no puede esperar. ¡Hace tanto tiempo que estás ausente, que he decidido escribirte! Pero no temas, intentaré ser breve para que tengas tiempo de leerme.
No sé dónde aprendiste la prisa. Una prisa para ir a ninguna parte, porque ¡así no vas a ninguna parte, hijo! Al menos a ninguna parte buena. No sé desde cuando, pero ya hace tiempo que hablamos idiomas diferentes, porque cuando a veces, me hablas, no entiendo qué me quieres decir, pues hablas, y hablas, y hablas, sin decir nada de ti, ni de mí… no sé si sólo lo haces buscando mi atención. En cambio, cuando soy yo quien te habla, pareces no escuchar, pues nunca sueles contestar. Y si alguna vez lo haces, es para terminar diciendo que te vas.

A veces, cuando tú no estás, miro tu fotografía, esa que está sobre el aparador, en la que también aparece tu hermano, y mirándola me pregunto: ¿qué fue del niño aquel? ¿Por qué dejó de crecer? Porque crecer, has crecido, pero sólo en estatura. Tu tamaño corporal es adecuado a tu edad, pero no así tus pensamientos, ni tampoco tus acciones, pues a menudo te comportas como un niño pequeño que necesita contención. No sabes cuidar de ti mismo. No sé por qué, pero todavía no has aprendido a hacerlo.

En la foto que te digo, tenías alrededor de dos años y eras un niño encantador. Después, entre risas y juegos, fuiste creciendo y jugando; jugando y riendo. Y seguías siendo encantador. ¿Recuerdas cuando jugábamos a inventar historias? ¡Cuánto te gustaba ese juego! A ti y a tus hermanos. Os gustaba tanto que no queríais jugar a otra cosa. Repartíamos los papelitos con las preguntas ¿quién era?, ¿dónde estaba?, ¿qué hacía?, ¿qué dijo la gente? y ¿cómo terminó todo? Respondíamos, sin que nadie mirara nuestras respuestas, y después las íbamos leyendo ordenadamente. ¡Qué historias más disparatadas y divertidas lográbamos a veces! ¿Recuerdas? ¡Qué historias y qué tiempos aquellos! ¡Qué tiempos tan felices fueron aquellos!

Pero no quiero quedarme en el recuerdo por grato que sea, quiero afrontar el futuro, por duro que pueda ser, aunque me duela el alma. Igualmente, tú deberías afrontar el tuyo, tu futuro, pues debes ser tú quien lo construya. Si no puedes sólo, ¡pide ayuda! Si me necesitas, yo siempre estaré aquí para acompañarte.

Y, ¡nunca lo olvides! A pesar de todo, te quiero.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba