Abandonad toda esperanza

Ciudadano Zen

Abandonad toda esperanza, salmo 184º
Durante los últimos treinta y tres años, David Lynch se dedica a practicar la meditación trascendental. Esto es: desde que se estrenasen películas como Taxi Driver, Carrie o Novecento al tiempo que nacía este humilde servidor de ustedes, al autor de Cabeza borradora parece que se le ha ido abriendo la mente -sí, todavía más- paulatinamente, y buena parte de su tiempo lo dedica a esta encomiable actividad. Sí, como lo oyen: uno de los realizadores más oscuros, inquietantes y enfermizos (o eso dicen aquellos que reducen su arte a la superficie) del panorama cinematográfico mundial se pasa parte del día meditando e intentando hacer de este mundo un lugar mejor.

Pero no es esta la única finalidad de su meditación, como cuenta en Atrapa el pez dorado, uno de los libros más inclasificables que he leído en los últimos meses: el cineasta que consiguiera la Palma de Oro del Festival de Cannes con Corazón salvaje ha hecho de esta disciplina un modo de encauzar su creatividad en todos los ámbitos que toca, que son muchos: el cine, la pintura, la música, el cómic... De esta forma, la intuición se convierte en una herramienta indispensable de su trabajo, y el raciocinio queda relegado a un segundo plano; ese mismo raciocinio que algunos de los que al principio alabaron su labor convirtieron en un arma arrojadiza que acabó por cancelar la célebre Twin Peaks -su incontestable obra maestra legada al medio televisivo- o por impedir que Mulholland Drive (que terminó siendo un estupendo y fascinante largometraje) supusiese su regreso a la pequeña pantalla.

Atrapa el pez dorado es una antología de textos breves, alguno brevísimo (de una línea, casi un aforismo), en los que Lynch refleja, entre otros aspectos de su personalidad, sus comienzos como artista (recuerden que lo de dedicarse al cine fue un accidente: él iba para pintor, y lo único que quería era ver qué ocurriría si sus lienzos pudiesen gozar de movimiento), el origen de algunos de sus trabajos más crípticos -de Carretera perdida a su último film, el inabarcable Inland Empire-, su fiel colaboración con el músico Angelo Badalamenti, su admiración por Fellini y Kubrick o su creciente interés por el futuro del cine... Un tema en el que aboga por la adaptación a las nuevas tecnologías, la desaparición del celuloide y la hegemonía del vídeo digital.

Recomiendo a todo seguidor del cineasta de Montana que lea este libro tan curioso como sorprendente. De momento, a algunos les ha parecido ingenuo hasta la exasperación -termina diciendo, y no les chafo nada porque no hay intriga que valga: "Que todo el mundo sea feliz. Que todo el mundo esté libre de enfermedades. Que haya buenos auspicios por doquier. Que nadie conozca el sufrimiento. Paz"-. Pero les confieso que lo leí con agrado y que lo dejé descansar sobre la mesa con una sonrisa cómplice dibujada en mi cara y una sensación placentera como la que me dejó Una historia verdadera, la película más luminosa de David Lynch, y una de sus obras maestras. Léanlo, y no me sean más papistas que el Papa, o más lynchianos que Lynch.

Atrapa el pez dorado está editado por Reservoir Books (Mondadori).

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba