Columna Z
Abandonad toda esperanza, salmo 377º
Allá por finales de 2011 dediqué un par de columnas a algunas obras surgidas de distintos ámbitos pero protagonizadas todas ellas por muertos vivientes, como el libro Filosofía zombi de Jorge Fernández Gonzalo, la serie televisiva The Walking Dead o algunos cómics que podrían incluirse dentro de esta temática. Dos años más tarde la supuesta moda, lejos de remitir, sigue propagándose como un virus (nunca mejor dicho). Para muestra, el éxito fulminante que está teniendo la película Guerra Mundial Z a nivel, también nunca mejor dicho, mundial: dejando atrás un rodaje de lo más conflictivo y una polémica alrededor de un nuevo final que se supone impuso a última hora su protagonista, Brad Pitt, el film ha gustado a todo el mundo... menos a los que han leído la novela en que se basa. Porque, aunque el visionado de una adaptación cinematográfica nunca suple del todo la lectura del libro original, esto es más cierto que nunca en el caso que nos ocupa: si en la novela de Max Brooks (a la sazón, hijo del realizador Mel Brooks y la actriz Anne Bancroft), cuyo subtítulo es "Una historia oral de la guerra zombi", se propone un relato coral de testimonios acerca de la lucha entre vivos y no muertos, en la película todo ello se reduce a la perspectiva única de su protagonista estelar. Ante este desajuste uno se pregunta si era necesario pagar los derechos de adaptación para luego saltárselos a la torera, y la única razón que se me ocurre es la de atraer a la taquilla a la legión de lectores de un best seller probado, aunque solo sea para cabrearlos más que los zombis que se ven en la gran pantalla.
Dejando a un lado la mayor o menor fidelidad a la obra literaria, cabe señalar que un director todoterreno como Marc Forster, responsable de películas tan interesantes como Monster's Ball o aquel biopic del autor de Peter Pan que protagonizara Johnny Depp, nos ofrece aquí un film que funciona a la perfección como entretenimiento veraniego, con un ritmo imparable y con algunas secuencias excelentemente planteadas: curioso que estas no sean necesariamente las más espectaculares, sino que muchas veces destacan sobremanera las pequeñas piezas de intriga y angustia que salpican el relato. Eso sí: estemos ante zombis a la antigua usanza o infectados a la nueva, que esa es otra, aquí falta sangre y sobran imágenes generadas digitalmente. Que conste en acta.
Es curioso que entre Jorges ande el juego: demostrando que la figura del zombi ha venido para quedarse desde que un Jorge anglosajón, el cineasta George A. Romero, la popularizara a finales de los años 60, y en la línea del mencionado libro de Jorge Fernández Gonzalo, se sitúa un libro como Ensayo Z, que Jorge Martínez Lucena dedica al fenómeno zombi como metáfora de nuestro tiempo. El autor bucea en las raíces de este icono, ya sean sociológicas (el culto vudú que los esclavos llevaron del continente africano al Caribe) o literarias (con antecedentes tan nobles como Frankenstein o Drácula), y por supuesto se detiene particularmente en la ya muy prolija filmografía del (sub)género, desde el clásico La legión de los hombres sin alma hasta las entregas de Resident Evil pasando por la célebre saga de su tocayo Romero. Aclarar que no alcanza, por ser anterior al estreno, el exitoso film de Forster, pero sí comenta la novela de Brooks. El resultado es un libro ameno y no excesivamente especializado, apto para cualquier interesado en el tema sin necesidad de que este sea una eminencia en historia y teoría de la filosofía para entenderlo. Basta con estar vivo para poder apreciarlo.
Guerra Mundial Z se proyecta en cines de toda España; Guerra Mundial Z y Ensayo Z están editados por Almuzara y Berenice respectivamente.