Estación de Cercanías

Como aval, la pobreza

Para nosotras, mujeres del primer mundo, que luchamos día a día por nuestra igualdad y el reconocimiento de nuestros derechos, que contamos con la posibilidad de llegar a cualquier lugar donde nos propongamos, que decidimos, leemos, escribimos y sacamos carreras universitarias, el ejemplo de las mujeres indias que a continuación voy a narrar debería servirnos para conceder unos minutos a la reflexión, girar la cabeza hacía un lado y pararnos a mirar si tal y como creemos estamos tan discriminadas, carecemos de tantos derechos o, como ellas, permanecemos tan unidas. Pero no unidas en lo bueno ni en la lucha, sino unidas en el dinero cuando la pobreza es límite, que eso es harina de otro costal.
Existe una pequeña región en la India llamada Maharastra y dentro de ella, en el rincón más castigado por la sequía, está Mann Desh. Allí y desde hace nueve años está funcionando el MDMSB o Banco de mujeres de la tierra de Mann Desh.

Este banco en concreto, pues la fórmula del microcrédito existe desde que el economista indio Mahamad Yunus la inventó en 1976, fue creado por una economista que, enamorada de un granjero del lugar, llegó desde Bombay a esta remota región, y está formado exclusivamente por mujeres. Su único producto es el microcrédito, pequeñas cantidades de dinero destinadas a clientas sin recurso alguno, sin propiedades ni bienes, luchadoras que sólo tienen sus manos, que trabajan el campo de sol a sol, sus pies, que recorren descalzos diariamente largas distancias para vender sus productos, muchos hijos a los que alimentar y su inmenso deseo de descubrir, como antes otras lo hicieron, que por la irrisoria cantidad de 550 euros, o lo que es lo mismo, un bolso de marca, unos zapatos de diseño o un fin de semana en un balneario (en este mal llamado primer mundo), pueden cambiar su destino.

Por esta cantidad de apenas tres cifras, una mujer tiene la posibilidad de ser dueña de un trozo de tierra que cultivar, un pequeño rebaño de cabras que le dará leche para poder venderla, o cualquier otro trabajo que elija como forma de vida. Convirtiéndose de este modo en pequeñas empresarias que descalzas, analfabetas y pertenecientes a la casta mas baja de aquel país (los intocables), consiguen alimentar a su familia, asegurarles un futuro y, lo más importante, sentir que pueden, que son válidas por ellas mismas, y así, de este modo, poder liberarse del miedo que proporciona el futuro incierto y la dependencia de un hombre que si bien no aporta nada al núcleo familiar sí impone condiciones de vida.

El MDMSB de Mann Desh dispone de una puerta trasera de acceso como condición indispensable. La razón, no ser vistas por sus maridos cuando acceden a el, saben que les robarían el dinero.

En la India es habitual que el hombre no trabaje, y por lo tanto su presencia es nula para emprender aventuras de este tipo. Para conseguir los microcréditos, deben aportar en caso de ser superior la cantidad a 5.000 rupias (95 euros por increíble que nos parezca) e inferior a 30.000 algún objeto o propiedad –que rara vez se tiene– o simplemente su firma. Si lo solicitado no supera esta cifra, son avaladas por grupos de 10 mujeres que se comprometen entre sí a la devolución íntegra de lo obtenido, nombrando a una responsable que será la encargada de depositar los pagos de todas una vez al mes. Confianza ciega en tu igual, pues cuando no se tiene nada, por nada hay que preocuparse. Sólo la creencia en ellas mismas y el valor que proporciona la necesidad es el más grande de los avales depositados jamás.

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