Confianza
Recordarán quienes lean mis columnas ya sé que Gabi no que la semana pasada hablaba de la huelga de transportes terrestres que tuvo una importante incidencia en nuestra vida cotidiana gracias a los piquetes informativos que tan bien definió mi compañero de la última página, Aureliano Buendía.
Durante la semana, en mi casa se debatió si debíamos o no abastecernos de bienes de primera necesidad. Leyendo las noticias de los periódicos, escuchando las noticias en la radio y viendo lo que veíamos en TV, la verdad es que parecía poco prudente no hacerlo. Máxime sabiendo, como sabíamos, que mucha gente estaba haciéndolo de una forma indiscriminada, casi diría que lo hacían con gula. 5 kilos de magdalenas para dos personas
¡por favor!
El jueves de esa semana, de nuevo se planteó el mismo debate. Que no hay leche en los supermercados, que no hay productos frescos, que no hay de esto y no hay de aquello. Tuve unos instantes de duda, tal vez mi apuesta estaba equivocada y podía poner en apuros a mi familia, pero bueno, pensé que si al final esto acababa como algunos creyeron, siempre habría un sitio al que ir a comer, ¡digo yo!
Confianza dije, debemos tener confianza en el Estado. Me niego a creer que en pleno siglo XXI un país como España, que aspira a ganar la Eurocopa, que ha organizado la Expo, que está construyendo miles de kilómetros de vías de alta velocidad, que aspira al pleno empleo, que supera en renta per cápita a casi todos los países menos 8 ó 9, puede llegar a una situación de absoluto desabastecimiento. Hay que confiar en la fortaleza de nuestro Estado, de nuestro Gobierno; si una huelga convocada por aquellos que sólo representan un 12% de los transportistas es capaz de poner en jaque mate a nuestro país, ¿cómo vamos a hacer frente al terrorismo? ¿Cómo podemos aspirar a ser un país con una riqueza sostenible? Si claudica el Estado, si claudica el Gobierno, estamos perdidos. Tontería es que nos abastezcamos para unos días. Si el Estado hinca la rodilla con esta huelga, tal vez tengan razón quienes pronostican lo peor. Entonces ya no habría problemas puntuales de abastecimiento sino que estaríamos de nuevo ante lo más negro de nuestro pasado reciente.
Me niego a echarme como loco a comprar lo que sea, me niego. Hagamos vida normal, porque yo tengo que confiar en el Estado, en el Gobierno. Aunque no les haya votado, aunque no comparta la política que Zapatero ha desarrollado en la pasada legislatura, aunque yo haría las cosas de forma distinta (me ofrezco a suceder a Rajoy si no se ponen de acuerdo en el PP), yo tengo que confiar en mi Presidente de Gobierno porque no me queda ninguna otra esperanza.
Y así fue que Zapatero y su equipo lograron cerrar el conflicto en 48 horas, excelente trabajo. ¡Bravo! Y yo me reía porque las magdalenas a mí no se me van a echar a perder, ni me va a dar un empacho por comerlas desayuno, como siempre, mi tostada, porque a mí no me ha faltado, ni a mí, ni al resto de españoles.
Y el viernes vi que ya no quedaban camiones parados en los lugares donde días atrás lo estaban por centenares, me sentí satisfecho y les aseguro que, por un momento, se me representó la imagen de Zapatero sonriendo y guiñándome un ojo como diciendo: Es así como se espera que actúen los ciudadanos que aspiran a serlo de un país unido, libre y grande. Con sentido de Estado, por encima de ideologías políticas. Si no confiamos en nosotros mismos, ¿qué podemos esperar?