Fiestas

Conquista del Rif

La obra, opúsculo más que libro, arranca con un elogio al ejército español que en la victoria y en la derrota, en el éxito y en la adversidad, resulta admirable institución. Siempre. Ya vencedor, ya vencido. Con esto abre la obrita su capítulo primero que al tiempo es rebozado grueso de confeso patriotismo por parte del autor, Ignacio de Abenia Taure. Mucha cohetería decimonómica resulta en su conjunto todo el capítulo primero en particular y el libro en general.
En el elogio al ejército español no se ahorran exageraciones, pues a decir de Abenia Taure, entre varios ejemplos, es tan meritorio éste que en guerra contra Napoleón Bonaparte hubiera conquistado la Francia toda si a ello no hubiera puesto coto la paz general europea. Con todo esto se estrena el libro que es, también desde el primer capítulo, una invitación insistente y a rebato para la conquista del Rif. Y así zanjar los insultos y ataques de "aquellas hordas de foragidos (sic)".

Alentar y justificar la conquista del Rif es, en realidad, el objeto principal de la publicación. El título del capítulo dicho lo denuncia sin tapujos: "El Riff nos convida a su conquista, y España cuenta con elementos suficientes para poseerlo." Editada en 1859 en Zaragoza, en la imprenta de Antonio Gallifa, calle de San Blas número 99 y con el título "Memorias sobre el Riff, su conquista y colonización" y con la apostilla al título, "obra original, interesante a las Naciones civilizadas, y en particular al Ejército español", es una arenga imperialista con argumentos y términos viciados del imperialismo de la época: Naciones civilizadas o naciones cultas, frente a naciones salvajes o territorios despreciables. Lo bueno –entiéndase desde la perspectiva del colonizador– rescatando lo malo.

Y aquí el Rif es lo malo porque el Rif es "pueblo espúreo", "pueblo de fieras", "provincia díscola y atrevida", "país de piratas", "reunión de piratas", "provincia de bandidos", "sociedad corrompida compuesta de empedernidos criminales", "madriguera" y, además, "territorio infiel". Esto el Rif. Porque los rifeños son "caribes" –en su acepción de hombres crueles e inhumanos–, "salvajes", fanáticos religiosos, "amigos de nadie y enemigos de todo", "puñado de salteadores", "malvados", "orda (sic) de ladrones y crueles asesinos", "foragidos (sic) reunidos en sociedad para ser el azote del género humano, y que se arrastra por el suelo como la pantera, para atraer y cercarse sin ser visto a la presa que codicia y desea devorar". Por ende, traidores.

Bárbaros a civilizar
Acordémonos, como apuntamos cuando hicimos reseña del libro de María José Vilar sobre Ceuta –"Ceuta en el siglo XIX a través de su cartografía histórica y fuentes inéditas (1800-1912)", Universidad de Murcia, 2002–, de lo que Camilo José Cela rememora con la constancia del orvallo en su "Mazurca para dos muertos": Que a Lázaro Codesal Grovas lo mató un moro de la cabila rifeña de Tafersit a traición en Marruecos, en la posición de Tizzi-Azza. Que aunque esto fue en otra guerra en África posterior a la que insta Abenia Taure, en el sentir colectivo español no hay moro que no sea traidor. En toda época.

Y como paréntesis, consentimos que aquí también, como cuando la reseña que decimos sobre Ceuta, nos abstenemos por el peso del pudor de precisar las circunstancias en las que Lázaro Codesal fue asesinado. Para la satisfacción de lectores curiosos sírvanos de excusa que dichas circunstancias quedan sobradamente aclaradas en la novela con el recreo que Cela solía poner en estos casos.

Que el Rif no es Marruecos –o si lo es, es distinto o peculiar a Marruecos– nos lo dice la Historia. Aquí lo tiene claro el autor a lo largo de su arenga imperialista que el libro es. No obstante, para el autor, Marruecos es también país bárbaro –en su acepción de inculto, grosero y tosco–, país igualmente por civilizar, susceptible por tanto de ocupación y colonización.

Pero una cosa es la etiqueta de mala calaña que cargan todos los tópicos negativos del eurocentrismo secular sobre las gentes de los otros continentes, especialmente en el ochocientos sobre los habitantes del continente africano, poblado por seres a dominar si es necesario por la guerra y a colonizar o "civilizar"; una cosa es esto y otra la riqueza del espacio a ocupar. Esto es, el que las gentes indígenas, véase con ojos imperialistas, sean inferiores no estropea lo que se promociona como paraíso atractivo, porque por lo que se dice del Rif como territorio se dice para hacer agua en la boca. Y si no paraíso, por considerarse exagerado al no coincidir el Rif con esa imagen tropical que comúnmente se tiene del paraíso, sí es lugar próximo al edén por sus abundancias, territorio donde es posible saciar con holgura el hambre.

Si bien a lo largo del libro aparecen pinceladas de esta miel, es en el capítulo VI el que se aprovecha la descripción para azuzar la gana de poseerlo. Así, antes y después, se dicen los espacios de frutales, cañares, paleras, higueras... espacios, como la sierra de Benisicar, con abundancia de plantas medicinales y maderas de construcción, terrenos fértiles y arroyos.

Los del Rif, son lugares generosos en trigo, cebada, centeno y avena. Y legumbres secas. Y no menos en ganado vacuno, cabrío, lanar y caballar. De cerda no por cuestiones religiosas, pero sí, en los montes, de muchos jabalíes. Geografía de "primavera perpetua", de "infinitos arroyos que serpentean en todas direcciones", de pastos abundantes, de frecuentes lluvias. Territorio, se insiste en varios pasajes, de infinidad de arroyos de agua dulce y cristalina. Territorio de inmutable verdor. Y, para más apetito colonizador, a esto agropecuario y forestal se añade mayor atracción sugiriendo la posibilidad de que tierras del Rif sean tierras argentíferas. Nuevo Dorado. Zanahoria que se suma a las zanahorias que servirán para estimular al burro de la conquista y despertar el interés o codicia de empresarios y negociantes. La descripción de la ciudad de "Xesuan", descripción en la que resuena algún eco de la novela de Pedro Mata "Los moros del Riff o el presidiario de las Alhucemas" (1856), no es para menos. Y por si todo su dulce supiera a poco, aún se dice más, porque Mezzema, antigua capital del Rif, está "rodeada de huertas fértiles y jardines deliciosos" apareciendo, el Rif en general, como tierra de promisión.

Moros y Cristianos
Cada vez que leemos estos libros de la época en la que fueron desarrollándose las fiestas de Moros y Cristianos con sus parafernalias muy decimonónicas nos preguntamos cuánto de ello hay en ellas. Doctores tiene la Fiesta –no menos eruditos a la violeta– que abandonando voluntades medievalizantes nos podrían aclarar la relación de estos contextos con la Fiesta. Porque, por ejemplo, cada vez que leemos estos libros se nos ocurre si no podríamos meter de matute en una Embajada festera algunos alegatos como los que salpican el libro que nos ha entretenido, alegatos que parece que piden alarde de arcabucería y que copiamos tal como se publicaron: "Á España corresponde vengar tales desafueros; no es digna de compasion esa provincia díscola y atrevida: guerra á ella, sin tregua, hasta que sea poseida por una Nacion culta." O... "Pero no desmayemos españoles; nuestra pátria acaba de abrir los ojos, y se prepara al combate. Pronto tremolará en Xesuan el pabellon español y serán protegidas todas las naves que surquen el estrecho. Ánimo pues, y confiemos en nuestro sabio y previsor Gobierno que ha prometido vengar todas cuantas ofensas ha inferido el Riff á españoles y extranjeros, y no retrocederá hasta que España posea tan hermosa provincia; y su incansable ejército abrumado con los laureles de tantas victorias, comisione á sus representantes con la corona del triunfo ante el trono de nuestra augusta reina, á ofrecerla un floron mas á su diadema con que se adornará constantemente hasta la consumación de los siglos”.

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