Estación de Cercanías

¿Costumbre animal o dejadez humana?

A pesar de disponer de las más largas vacaciones que recuerdo en EPDV, en este momento toca, como cada semana, situarme delante de mi pantalla y empezar a garabatear, cual costumbre desde que formo parte de esta aventura de pensar en voz alta.
Y voy a intentar rematar la faena y dejármela bien “cumplidica” para evitar unas pos-fiestas sometidas a horas de incertidumbre y bloqueo aprovechando que, por fin, parece que la actualidad vuelve a rellenarse y que van despertando los acontecimientos de la larga siesta estival que aquí se conceden. Para cuando estas palabras vean la luz será 19 de septiembre y ya casi ni recordaremos los días de fiestas. La rutina habrá hecho su aparición inmisericorde y el frescor de la noche y la oscuridad de la tarde nos anunciarán que el frío se acerca. Así pues, no voy a dejar pasar la ocasión de comentar lo que se denominó el macro-fracaso del macro-concierto que se celebró el pasado 29 de agosto, con una escasa respuesta de público y una inexplicable presencia de fuerzas de seguridad, que como bien dijo alguien en los foros, confundieron momento y lugar.

Ante tan estrepitoso fracaso hubo comentarios para todos los gustos: que si el precio, que si los grupos tan radicales y dirigidos a un segmento de gente tan concreto, que si el día, que si tal y que si cual. Pero como siempre, en esas fechas, como en cualquier otra cuando los argumentos flaquean y el porqué de las cosas hay que buscarlo en profundidad, lo más sencillo es carga las culpas sobre la población villenense porque solo piensa en fiestas. Bobadas todas las imaginables: que si mejor el bolsi, que si mejor la fiesta KKO, que si somos animales de costumbres, que si el organizador, que si Melendi, Ariel Rot o “Los mojinos”… sea como sea, si un concierto que se anuncia macro termina micro, resultan ser estos últimos los responsables. Y la verborrea del que nada queremos, que nada nos gusta, pues cometimos el sacrilegio, para algunos, de llenar la plaza de Santiago y escuchar el concierto de los pasodobles en lugar de llenar la portátil plaza de toros y eventos musicales.

Y no solo eso, nos revierte el fracaso de este tipo de actividades, que se pueden comparar con noches de jazz celebradas en pequeños recintos por lo concreto de sus destinatarios, y nos vierten la manida excusa del amparito roca perpetuo, tildándonos entre líneas de estúpidos o de incultos, invitando a los responsables de promover el des-ocio y la no-oferta lúdica a abandonar ante este rebaño de villeneros y villeneras desagradecidos que no ven más allá de sus costumbres, estigmatizando esta actitud por negativa, vergonzante o incapaz de albergar en ella cultura e historia.

Todavía no he leído ni escuchado lo inapropiado del lugar y lo peligroso de su elección, ya saben, aquello de la relatividad de las cosas y el burro grande ande o no ande. Todavía no he escuchado lo inapropiado del día, el cuestionable precio de las entradas y lo poco acertado del cartel. Lo que sí he escuchado, con gran acierto, es que si somos animales de costumbres lo somos porque así nos han hecho, y que la educación en el ocio juega un importantísimo papel en estos asuntos. Si nosotros, un pueblo que en 2008 disponemos de una pequeña e incómoda sala de cine, debemos responder ante estas propuestas que sólo llenan a unos pocos a condición de ser cuestionados en nuestro intelecto, ¿cuanto no tendrán que responder aquellos que nos condenan desde hace años a salir de nuestra localidad en busca de lo que aquí se nos viene negando sistemáticamente?

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