Cartas al Director

Crónicas de la pandemia

Para recibir la solidaridad, es muy bueno haber sido alguna vez solidario

La pandemia está afectando a todos los sectores económicos en distinta medida. En España está siendo muy dura con una parte de la economía que, hasta ahora, parecía no verse perjudicada por ninguna crisis y, se dieran las circunstancias que se dieran, permanecía al margen de los momentos de dificultades que pudieran tener el resto de los ciudadanos por culpa de distintos conflictos sociales.

La Covid-19 ha bajado a la tierra a quienes se habían instalado en la creencia de que nada de lo que ocurría al otro lado de las puertas de sus establecimientos iba con ellos; que los problemas del mundo les eran ajenos y que estaban en un negocio que no fallaba nunca. Un empresariado que tradicionalmente ha sido muy “fan” de lo privado y de que cada hijo de vecino debe sacarse sus castañas del fuego. Ahora reclaman ayudas públicas.

Afortunadamente los ERTES cubren a los trabajadores del sector y garantizan la protección social necesaria en estos momentos, con lo que esa parte de las prestaciones públicas está zanjada. Posiblemente eso no sea suficiente y esas empresas tendrán que recibir las ayudas estatales que sea menester para asegurar su supervivencia; cuanto antes lleguen esas ayudas, mejor. Pero que sepan que, para recibir la solidaridad, es muy bueno haber sido alguna vez solidario.

Ya sabéis todos que, en estos días, los negacionistas de derechas, de centro, marxista-leninistas, creyentes, agnósticos, ateos y no adscritos, andan instruyéndonos acerca de las consecuencias negativas de las vacunas: Que si nos van a inyectar un “chis” para controlarnos, que si nos van a entrar unas ganas locas de comer algas marinas, que si nos vamos a quedar estériles, que si nos vamos a convertir todos en restauradores de eccehomos, que si nos saldrá una tercera pierna (el negro del whatsapp fue el primer vacunado), que si nos haremos todos independentistas… tantas y tantas cosas que descubren en los laboratorios de las terrazas de los bares esos campeones del humor y de la ocurrencia que en su último salto mortal con tirabuzón han dado en llamar “plandemia” a lo que está ocurriendo. ¿No es para partirse?

Se cree que lo único que es cierto de todo es lo del “chis” del control, porque las fuerzas ocultas del mal han llegado a la conclusión de que para tener a la gente con los “huevos apretaos” no es bastante con la hipoteca, los plazos del coche, el vencimiento de los seguros, el recibito de los muertos, la matrícula de la universidad de la niña, la telebasura, las homilías, las domiciliaciones bancarias y los salarios de mierda. Así que hay que poner un micro “chis” al personal para saber también las veces que hace de vientre. Al parecer la única propiedad que no tiene la vacuna es la de convertirnos en idiotas. Será porque el cupo ya estaba cubierto.



Se oye (aunque no lo suficiente) que entre los grandes partidos no hay mucho interés en remover las aguas de las vacunaciones indebidas y que nadie se plantea establecer sanciones “regladas” para ese tipo de corruptos, con lo que podríamos hacernos una idea de la cantidad de “privilegiados” que ha tenido acceso a la vacunación por sus años de servicio a las siglas y por estar cerquita de las cajitas de los frasquitos.

Como dijo Ximo Puig, “esas personas que tienen el grave problema de no saber distinguir el bien del mal”. Esas personas que deberían ser expulsadas de sus partidos y de sus cargos e inhabilitadas de por vida para ejercer cargo público alguno. Todos quedarán sin castigo. También los obispos. Pero, al parecer, y aunque tampoco sepan distinguir el bien del mal, esos pertenecen a otra jurisdicción.

Para terminar, y sin salir de la espiral de las cosas terribles que nos pasan desde hace casi un año, nos han dado la noticia de que Bankia, en el año 2020, ha tenido el diecinueve por ciento menos de beneficios que en 2019. Yo no tengo muy claro si esto es bueno o malo, porque cuando los bancos ganan poco no pagan los rescates que les hicimos entre todos, pero cuando ganan mucho, tampoco. Lo que parece más evidente es que recuperarán los beneficios porque tienen la fórmula mágica para hacerlo: subir las comisiones a los que hacen cola en la calle y poner en los consejos de administración a los que, pudiendo, no hacen nada para evitar la usura. Lo que sea sonará.

Por: Felipe Navarro

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