Cuestión de oído
Abandonad toda esperanza, salmo 299º
Ya lo dije en una de las últimas columnas: no tengo oído. Tanto es así que cuando hace nada acompañé a un buen amigo a comprarse una guitarra y este me pidió opinión después de probar varias, tuve que guiarme por el color. Muy triste, pero al final se compró la que yo le dije: la negra, la más chula. Ahora bien: no hace falta tener oído para que te guste la música. Para hablar de cuadros hay que entender de arte; para hablar de libros hay que saber algo de literatura; pero con las canciones pasa como con las películas: basta con tener oídos (y ojos en la cara) para tener un intérprete favorito, sea Mahler o Camela, o un tema predilecto, que lo mismo puede ser "Imagine" de John Lennon que "Te estoy amando locamente" de Las Grecas. Así que allá voy...
Yo no soy una excepción, y pese a la falta de oído también tengo mis referentes: Leonard Cohen, que acaba de sacar nuevo disco, es uno de mis preferidos desde que siendo niño le robara a mis padres un cassette con sus grandes éxitos; los Stones y Bowie son otros que no me disgustan. Y también tengo mis fobias, como el cansino de Elton John o el repelente de Phil Collins. Pues todos estos y algunos más están dentro del espléndido Jukebox de Charles Berberian, que aquí nos ofrece una antología de historietas protagonizadas por él mismo y su relación con el rock del siglo XX, un poco al modo de estas cintas que siendo adolescentes le grabábamos a esa chica que nos gustaba y que pensábamos iba a caer rendida a nuestros pies en cuanto se diera cuenta de nuestro exquisito gusto melómano... lo que nunca sucedía porque siempre se nos olvidaba poner algo de Rick Astley o New Kids on the Block. Ahora me parece que si el vídeo mató a la estrella de la radio, las descargas de MP3 han fulminado aquellas simpáticas recopilaciones que se rebobinaban con un boli Bic.
Hace unas semanas la revista Rolling Stone organizó una votación para dilucidar quién era el mejor guitarrista de todos los tiempos. No hacía falta ser adivino, ni siquiera tener oído, para saber que esa medalla se la iba a colgar en la casaca Jimi Hendrix. Mientras escribo estas líneas estoy escuchando su versión de "All Along the Watchtower" de Dylan, una de las pocas que mejoran el original (y mira que era difícil), y que sirve como otros temas del intérprete para titular uno de los capítulos que conforman Electric Requiem, el cómic que le dedican Mattia Colombara y Gianluca Maconi. No es la primera vez que el noveno arte se acerca a Hendrix: Bill Sienkiewicz ya ilustró un Voodoo Child que solo puede calificarse, teniendo en cuenta quiénes eran el homenajeado y el homenajeador, de alucinógeno. Aunque menos espectacular, esta nueva novela gráfica resulta emotiva en su relato de los orígenes, auge y caída de una de las leyendas más fulgurantes del rock.
Y algo que viene muy al caso: si están pensando en qué regalar por Navidades a ese amigo al que le gusta la música tanto como el cómic, una buena opción sería La colección de portadas de discos de Robert Crumb, que además de un genio de la historieta es también experto en música norteamericana, así como intérprete e ilustrador de cubiertas de vinilos. De otros posibles regalos hablaremos la semana que viene; mientras voy a empezar a mentalizarme de cara a las fiestas navideñas escuchando a Bing Crosby y David Bowie cantar a dúo "El tamborilero" o, todavía mejor, la versión de Raphael. Poropopompón, poropopompón...
Jukebox, Electric Requiem y La colección de portadas de discos están editados por La Cúpula.