De espaldas a la crisis
Las noticias que diariamente aparecen en los medios de comunicación nos hablan de una profunda crisis convertida ya en recesión y que se ha cobrado, como no podía ser de otra forma, las víctimas más débiles en forma de empleados que han ido al paro.
Digo como no podía ser de otra forma porque, a la vista está, buena parte de nuestro tejido empresarial adolece de otro recurso para preservar sus intereses. No es que no existan otras fórmulas, es que, yo creo, les resulta lo más cómodo quitarse de encima la parte del componente social que toda empresa debería mantener entre sus objetivos. Tengo mis serias dudas, conociendo algo de nuestro tejido empresarial local, que la mayoría de estos empresarios nunca haya diseñado un plan estratégico, sea de crecimiento en época de bonanza, sea para afrontar una situación de crisis como la actual.
Siempre encontramos culpables, siempre. En la actualidad es que los bancos no hacen circular el dinero y como los bancos son los culpables de nuestros males, echamos a la calle a los trabajadores que ayer nos hicieron ricos. Cuando no es la banca son las importaciones orientales las que maltratan a nuestro abnegado empresario y por tanto, el que va a la calle es el trabajador.
Las medidas de presión, curiosamente, las paga el trabajador, tenga la culpa quien la tenga. Está claro que un país como España, en estos momentos con casi 4 millones de desempleados, es un país parado. Zapatero, como presidente del gobierno, se sentirá presionado, sin duda, pero quien se encuentra sometido a la mayor presión es el desempleado.
Muchos empresarios, de algunos de ellos he leído verdaderas barbaridades en los foros de EPdV, no tienen mayor ocurrencia que pedir el abaratamiento ¡del despido! Seguramente en su fuero interno pensarán que de esta manera, ahorrándose una perrillas, llegarán a final de mes y con suerte superarán esta crisis y volverán las famosas golondrinas y todo eso. Pero un país con 4 millones de parados es un país que no se mueve, un país en el que no hay consumo y por tanto, el empresario del ejemplo supuesto, estará contribuyendo a su propia ruina por imitación del vecino.
En cualquier caso, lo que no podemos pasar por alto es el Estatuto de los Trabajadores, no podemos y no debemos, al contrario, debemos respetar profundamente un logro necesario para el equilibrio social que a lo largo de los años ha costado mucho sudor y, en ocasiones, mucha sangre.
Cuando el supuesto empresario de este ejemplo pide facilidad en el despido, podría pedir un endurecimiento de las medidas gubernamentales para que la banca abra la mano y haga que el dinero, aportado por todos los españoles empresarios y trabajadores fluya por los mercados. El mismo empresario que pide abaratar el despido podría presionar al gobierno pidiendo la supresión temporal del Impuesto de Sociedades, al fin y al cabo, si los trabajadores consiguieron mejorar sus mínimos en lo que a derechos laborales se refiere, fue gracias a la unión que fueron capaces de crear entre ellos. No creo que haya gobierno que se resista ante la unidad del tejido empresarial y si todos hacen una huelga de impuestos caídos, dicho gobierno tendrá que ceder.
Pero no es menos cierto que cuando las cosas van bien, es justo que el gobierno, el Estado, que somos todos, pidamos que aquellos que más ganan, cumplan puntualmente con sus deberes impositivos. Bueno, bueno
eso igual ya lo dejamos hasta que vuelvan las vacas gordas.