Cartas al Director

De festivales, fiestas patronales y otros milagros

Dicen que “el que avisa no es traidor”. Pues bien. Para que nadie se lleve a engaño, reconozco que este artículo pretende ser una (pro)vocación, es decir, quiere alentar y propiciar “la inspiración con la que Dios llama a algún estado”, según reza el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en una de sus acepciones. En este caso, un estado reflexivo que origina una opinión, no exenta de cierta ironía, surgida de la experiencia incrédula, sensorial y mística del “ver para creer” de Santo Tomás.
Este fin de semana los vecinos y vecinas de Villena, entre gozosos y resignados, hemos comprobado con nuestros propios ojos el tráfago constante de las hordas de melenudos atildados, valga la expresión, con camisetas negras de grupos heavys, que colapsaban calles, plazas, bares y supermercados. Al igual que “el hábito no hace al monje”, el prejuicio tampoco contribuye al conocimiento y a muchos les ha sorprendido la amabilidad y civismo de estos “pintas”. ¡Ay!, villeneros y villeneras de poca fe.

“Los hijos del rock and roll”, con sus padres y madres entrados en años, han venido de diferentes lugares de España para disfrutar del festival Leyendas del Rock, un multitudinario evento que, este año, se ha incluido dentro de los actos de nuestras fiestas patronales en honor a la Virgen de las Virtudes. Un hecho tan insólito como extraordinario que, a pesar de todo, ha servido como solución para asegurar su celebración. Esperemos que los entresijos administrativos se subsanen en una próxima edición y que todo se desarrolle en unas circunstancias más normales. Aunque, pensándolo bien, “hay razones del corazón que la razón no entiende” para, solo tal vez, mantener estos conciertos en la programación festera.

Sí, una idea peregrina que, sin duda, mueve a miles y miles de peregrinos de estilos musicales muy distintos a la marcha mora y el pasodoble, que en ningún momento han quebrantado el sueño de los residentes en las inmediaciones de la calle Nueva vociferando de madrugada de camino al recinto del polideportivo. Cosa que, por desgracia, sí ocurre en septiembre cuando el destino es La Troya o La Cábila.

A la espera de que las sensaciones se vean respaldadas y confirmadas fehacientemente con datos estadísticos rigurosos, estaremos de acuerdo en que la primera impresión indica que se ha obrado el milagro. ¡Aleluya! Ha sido un verdadero éxito. Los beneficios económicos que ha reportado a los establecimientos hosteleros, comerciales y hoteleros de la localidad y de la comarca parecen elevados e irrefutables. ¡Aleluya! Y aún queda Aúpa Lumbreiras. Una vez más, ¡Aleluya!

Está claro que Villena ha dejado de ser un Tesoro para convertirse, definitivamente, en una mina. Y si los milagros son excepcionales (y algunos se obstinan incluso en negarlos), garanticemos su continuidad transformándolos en una sólida estrategia municipal a medio y largo plazo que ayude a consolidar una marca territorial y global con sus diversas potencialidades. Amén.

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