Editorial

De vuelta a la realidad

Tras la euforia, llega la resaca. Tras pasar varios días anestesiados –y lo bien que nos han venido, no lo vamos a discutir– por la espectacular victoria de la Selección Española en el Mundial, lo cierto es que hemos vuelto a la realidad y toca seguir pagando religiosamente hipotecas, fichando en el trabajo quien tenga la suerte de tenerlo o buscando empleo resignados si somos alguno de los más de 4.000 parados que hay en nuestra ciudad.
Tras la euforia, llega la resaca, y volvemos a estamparnos de bruces contra una triste realidad que nada tiene que ver con el sentimiento de pertenencia colectiva y trabajo en equipo que destilan nuestros futbolistas. Apenas sin solución de continuidad hemos pasado de estar todos unidos bajo una misma bandera a asistir, un año más, a ese triste guiñol de frases hechas y tópicos manidos que dan en llamar Debate sobre el Estado de la Nación, que de debate tiene más bien poco, sino que consiste en ver quien dice, ignorando por completo las palabras del rival, aquella frase más rimbombante, la construcción verbal digna de abrir telediarios y portadas en la prensa, en lugar de buscar consensos que se traduzcan en medidas positivas para los españoles y su economía.

Tras la euforia, llega la resaca, y comprobamos que la realidad política más cercana, la local, continúa siendo un lodazal en el que, entre pincho y pincho de tortilla, seguimos dirimiendo disputas acerca de segregaciones, presuntas corrupciones, amenazas de querellas, denuncias supuestamente “sesgadas” y demás odios viscerales, edificante espectáculo que nuestra clase política sigue ofreciendo a unos ciudadanos que, desbordada ya toda capacidad de sorpresa, esperan cada día con expectación un nuevo episodio que suba aún más el listón de las incomprensibles actuaciones de quienes dicen estar preparados para regir los destinos de nuestra ciudad.

Tras la euforia, llega una de las resacas más duras que recordamos, en la que se nos juntan los agobios de hipotecas, trabajo o paro, la inutilidad de nuestra clase política nacional, que debería sacarnos de ésta, la desfachatez de nuestros políticos autonómicos y provinciales –imputados por corrupción a partes iguales– y –defínanlo ustedes– la actuación de nuestros políticos locales. Menos mal que las vacaciones y las Fiestas están a la vuelta de la esquina, dispuestas a tomar el relevo de la Selección y cumplir su labor anestesiante que nos haga ignorar el triste espectáculo al que asistimos atónitos. Y menos mal que tras las Fiestas vuelve el fútbol, y seguiremos siendo felices viendo correr a 22 millonarios detrás de un balón.

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