Debate fallido
Una vez visto el debate de los debates, no cabe sino darle la razón a Gaspar Llamazares, porque más que un diálogo entre dos candidatos con el que comparar entre dos programas de gobierno, asistimos a dos monólogos unidireccionales donde cada cual decía lo que llevaba apuntado sin responder a las interpelaciones de su contrincante.
El formato pactado entre PSOE y PP es tan encorsetado y tan medido que poco menos que elimina todas las posibilidades de que exista un verdadero debate, por lo que los ciudadanos asistimos el pasado lunes más bien a una subasta que, merced a los gabinetes de comunicación y los expertos en telegenia, más que a la típica barraca de feria nos recordó a una teletienda en la que cada actor recita al dedillo los textos preparados por sus asesores, que también les han indicado qué tono emplear, cuántas palabras hay que decir por minuto y qué conceptos subrayar gesticulando. Un fraude precocinado, enlatado y servido al gusto de quienes nos tienen por compradores y no por personas interesadas por saber qué pasa y cómo pasa.
Añádase al guiso el cachondeo de las encuestas y editoriales posteriores cada uno al gusto del contratante y tendremos como resultado lo contrario de lo que debería haber sido: en lugar de acercar al público el debate sobre temas de interés, el poso que queda es el de dos vendedores de humo que residen en un mundo sin Euribor y sin bonobuses y que no tienen otra aspiración que asaltar el poder, un lugar donde se vive muy bien, los coches son oficiales y las dietas corren a cargo de los Presupuestos Generales del Estado.
Para mayor decepción, hemos podido comprobar a lo largo de los últimos meses cómo debaten los candidatos norteamericanos, que sin dudarlo aceptan comparecer a pelo ante cinco periodistas de distintas tendencias dispuestos a asaltarlos a preguntas sin guión previo, sugerencias del aparato de los partidos ni asombrosas discusiones sobre la altura de las sillas o el ángulo de entrada de la luz en el plató.
Este lunes habrá otro debate, y a buen seguro volverá a batir récords de audiencia, pero harían bien los partidos en reflexionar sobre un modo de hacer las cosas que aleja aún más de la política a los ciudadanos de a pie. Además, y puestos a tragar con las diferentes consignas, nosotros nos quedamos son los spots televisivos: en ellos sí se aprecia la frescura, la inteligencia y el mensaje claro, directo y conciso que tanto faltó en el fallido debate del lunes.