Descanse en Paz
No quiero ser agorero, tampoco pretendo meterme con nadie esta afirmación podría ser muy discutida aunque lo parezca por el título y el texto de esta columna. Si les cuento que me tragué, por completo, el debate sobre el estado de la Comunitat Valenciana hasta la hora de la comida, algunos de Uds. dirán que tengo una moral que pá qué, otros dirán que es señal de que me preocupa la salud de nuestra tierra y otros, la siguiente vez que vuelva a comentar que no me agrada la política, se sentirán con pleno derecho para discutir semejante negación.
Bueno, seré sincero con Uds. y sí, escuché la exposición de Camps y la de Pla, la réplica de Camps y la contrarréplica de Pla y así, cual mascletá fallera, hasta la última de Camps, en la que Molt Honorable, se gustó y me gustó. Lo bordó, sencillamente.
No escuché por afición este evento que a tanta gente aburre sino porque, casualidades de la vida, pasando por el Delta del Ebro (ya saben, ese río al que llaman catalán y que antes de desembocar en el mar atraviesa otras 6 ó 7 comunidades autónomas) sintonicé una emisora de radio valenciana en la que se estaba emitiendo tal debate. Me gustó Camps, ya lo decía antes, me gustó su planteamiento y sus verdades y prometo que yo no le sugerí el tono del discurso, pero coincidió conmigo de pleno y eso no sólo me gustó a mi sino que gustó, por lo escuchado y leído, a mucha gente de la Comunitat.
Pretencioso, me dirán algunos. Pues no, no es eso. Se trata de que mis vecinos, ustedes, ellos, nosotros, todos y todas deseamos recibir mensajes de optimismo, de futuro, de ilusión. Eso es lo que ofreció Camps, ilusión en el futuro de esta Comunitat que, guste o no a la oposición, ha avanzado lo indecible en las últimas legislaturas y, en palabras del propio Camps, ha pasado a tener un peso específico en el concierto autonómico del conjunto del Estado.
Pla trató de tumbar algunas de estas ilusiones, puede que incluso tuviese razón en algunas de sus argumentaciones. Esto es algo que nunca sabremos con certeza porque Camps, casi una por una, le devolvió al panorama gris que pintaba Pla ese tono brillante, de sol y luz mediterránea que inundaba por momentos el salón de plenos y que se irradiaba, vía ondas hertzianas, a quienes queríamos escuchar al President. Cruzando de norte a sur la comunidad, como casualmente ese día hice yo, no necesitaba hacer un acto de fe para creer las palabras de Camps. Lo estaba viendo.
Acababa de pasar por encima de la desembocadura del Ebro cuando Camps explicó que rogó a Narbona, ministra socialista, que permitiese el trasvase de dicho río a nuestra comunidad, y era más que evidente el caudal, ecológico o no, de agua que se estaba mezclando con el azul y salado mar, para gozo de algunos catalanes con socios y sed de los valencianos, en especial, para los de Villena.
Hablaba Camps de empleo, de futuro pleno empleo y yo veía a babor y estribor cantidad de industrias cerámicas, de servicios, de turismo no vi los altos hornos de Sagunto.
Atacó Pla donde ya no se puede atacar, a la guerra de Irak, a las mentiras y a la corrupción, se agarró al trillado clavo ardiendo y el humo de la quemadura era casi tan visible y significativo como el blanco humo que salía, para gozo de los españoles, del Ferrari de Schumacher. En ese momento pensé: Ya tengo título para mi columna.