Cultura

Día siete que fuera

Han pasado las Fiestas y me sorprendo llegando al trabajo con una inmensa calma. Una larga exhalación de aire saliendo desde el estómago, rozando suavemente los labios y aportando un poco de calor a este frío clima de enero. Quedan atrás la crisis sobre la iluminación navideña, la crisis sobre la colocación del Belén, la crisis sobre la profecía Maya, y pronto la crisis sobre la Cabalgata de Reyes. Lo que queda por delante escuece y duele, ya lo saben, queridas personas. Las vergonzantes circunstancias de nuestras asociaciones socio-sanitarias, para empezar. Las nuestras, digo, las de Villena, por no hablar del resto.
Al menos pasaron el resto de “crisis navideñas”. Aunque tengo que confesarles que la de la Cabalgata solo la conozco de oídas. Y es que este año fuimos a ver a “los Reyes de verdad” (como modestamente los llaman) por insistencia de los padrinos del señor S., Miguel Ángel y Lirios. De modo que nos dirigimos a Alcoi, con la ventaja del nuevo tramo de autovía librando las curvas del Barranco de la Batalla y el perjuicio de las retenciones en la entrada. No me extenderé sobre el asunto más que para un par de comentarios: para comentar el clima respetuoso y al tiempo participativo del desfile, al que ayudan las figuras de los pajes que recorren las calles con una larga escalera de madera y una montaña de regalos, creando la fantasía y templando todavía más los nervios propios de esa noche. Por otro lado me gustó la combinación entre la fastuosidad de la llegada de estos personajes junto a la humildad de los personajes que los reciben y acompañan: Reyes montados en sus camellos rodeados de un breve séquito, y pastores que con sus flautas les dan la bienvenida y los acompañan al lugar donde ha nacido la criatura. Y es que puede que lo de fuera siempre lo veamos mejor que lo nuestro, o que todo se vea mejor con un vaso de plisplai en la mano. En cualquier caso, la puesta en escena alcoyana da al hecho, la visita, una importancia alejada del desfile de fantasía o pasacalles moderno, que resulta mucho más atrayente y entrañable.

Por otro lado, en lo tocante a cultura, hemos tenido de todo para elegir. Poco en mi caso, que me he dedicado a hibernar como un oso en la medida de lo posible. Y aún así me encontré con la exposición de José Menor en el Colosseo (todavía en curso). Y pude sorprenderme con un trabajo gráfico crecido desde aquella otra exposición hace años donde adquirí el This damn town que da la bienvenida a mi despacho. Me alegró descubrir que la “Ilustración y diseño para gente elegante” evoluciona y crece, y seduce.

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