Si hace apenas un mes y al hilo de la aparición de una novela gráfica protagonizada por Bela Lugosi les anunciaba la creación por parte de la editorial Desfiladero de la colección Claqueta, ya disponemos del segundo título incluido en esta serie dedicada a cómics relacionados con el mundo del cine; un título que, además, viene protagonizado nada menos que por una leyenda como Charles Chaplin. En las páginas de Chaplin en América, que no es sino la primera entrega de una trilogía protagonizada por este cineasta ya legendario, el guionista Laurent Seksik recorre los primeros años de carrera profesional del protagonista tras abandonar su Inglaterra natal decidido a triunfar en la Fábrica de los Sueños. Seksik, que tiene una particular querencia por los personajes históricos -por estos lares ya se han traducido previamente un par de álbumes protagonizados por Modigliani y Stefan Zweig-, hace gala aquí de la inevitable documentación previa pero que en ningún momento le corta las alas a un relato donde no faltan el dinamismo y la verosimilitud característicos de filmes del maestro como La quimera del oro o Luces de la ciudad.
Así, el relato arranca en 1912 a bordo del barco que lleva a Chaplin a Estados Unidos, y termina (provisionalmente) con el descubrimiento de que la joven a la que ha dejado embarazada es menor de edad; lo que supone el principio de sus numerosos enfrentamientos con la conservadora sociedad estadounidense. Entre un momento y otro, y al margen de un par de flashbacks puntuales centrados en su progenitor y en sus inicios profesionales en el mundo del show business, el lector es testigo de su descubrimiento por parte del realizador Mack Sennett, su transformación en Charlot, su meteórico ascenso hasta convertirse en una de las principales estrellas del cine cómico, su posterior abandono de la productora Keystone en beneficio de la Mutual o su temprana implicación como guionista y realizador de sus propias películas, incluyendo la filmación de filmes de propaganda. Todo ello, materializado en el trabajo gráfico de un David François que solo puede calificarse como deslumbrante. Dicho lo cual, quedamos pues a la espera de que se publiquen las dos entregas restantes para disfrutar de la obra al completo, tal y como se merece.
También nos lleva a aquellos años en los que el cine daba sus primeros pasos tanto en Francia como en Estados Unidos el volumen La historia de la animación en cómic, si bien y tal y como su título indica se centra en lo que tradicionalmente siempre se ha venido conociendo como “dibujos animados”. En las páginas de este ensayo histórico en formato cómic (un poco a la manera de Scott McCloud, para entendernos), el guionista Fred Van Lente y el dibujante Ryan Dunlavey nos guían desde los inventos y artilugios de pioneros como Thomas Alva Edison o Georges Méliès hasta la actual animación digital, pasando por hitos de esta técnica como Walt Disney, los hermanos Fleischer, el dúo Hanna-Barbera, Hayao Miyazaki o John Lassetter. Ni que decir tiene que el capitoste de la factoría que popularizó todavía más a personajes surgidos de los cuentos tradicionales y la literatura infantil y juvenil como Blancanieves (y los siete enanitos) o Alicia (en el País de las Maravillas) es uno de los protagonistas principales del relato, que no elude los matices más oscuros vinculados a su faceta empresarial; esto es, las tiránicas condiciones laborales que sufrían sus empleados o sus continuos enfrentamientos con los sindicalistas.
Tampoco faltan a la cita nombres clave del noveno arte que dieron el salto a la animación, como es el caso de Winsor McCay, el creador de Little Nemo y Gertie, el dinosaurio; Osamu Tezuka, el llamado “padre del manga”, y su célebre Astro Boy; o Katsuhiro Otomo, que decidió adaptar él mismo Akira a la pantalla grande para mantener el control creativo sobre su exitosa obra. Pero, y siguiendo con creadores surgidos del País del Sol Naciente, es el citado Hayao Miyazaki, firmante de títulos como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro (por mencionar solo tres de su dilatada y aplaudida filmografía), quien protagoniza la cubierta elegida de entre todas las disponibles para ilustrar este volumen recopilatorio -recordemos que la edición original está compuesta por varias entregas en formato grapa-... a modo de, nunca mejor dicho, ilustración de que la animación japonesa llegó y sigue dispuesta a comerse el mundo. Estamos pues ante una lectura indispensable para cualquier amante del tema tratado, ya sea por la nostalgia de aquellos dibujos con los que creció siendo niño (por ahí andan Los Picapiedra, Los Masters del Universo y los Looney Tunes al completo, por citar solo tres clásicos de la pequeña pantalla); ya sea por la admiración de títulos contemporáneos de empresas como Disney (que ahí sigue), con o sin Pixar a bordo, o del fructífero universo del anime nipón.
Y hoy terminaremos estas recomendaciones que suman cine y cómic con una sonrisa... o, mejor dicho, unas carcajadas: las que en varias ocasiones y de modo literal provocan las viñetas de Pedro Vera, que en Ranciofacts de cine (o lo que es lo mismo, el sexto volumen recopilatorio de su popular serie Ranciofacts) recoge sus aportaciones a la revista El Jueves relacionadas con el séptimo arte. Estamos ante un volumen de casi cien páginas repleto de todos los clichés habidos y por haber que han surgido no ya de las propias películas, sino también del mundo que las rodea. De este modo, en esta obra cuentan con un protagonismo especial los cientos de tópicos que supone la presencia de temas como la comida o el sexo en el cine; o aquellos que jalonan géneros tan revisitados como el cine policíaco, el western, el bélico, las action movies, el cine de terror o las comedias, ya sean estas adolescentes o románticas o las dos cosas al mismo tiempo. Quién no ha sido testigo en más de una ocasión de cómo un misterioso motorista se quita el casco para que descubramos que es una mujer (por lo general muy atractiva), cualquier soldado que enseña la fotografía de su prometida fallece poco después, o en cualquier duelo o forcejeo con armas de por medio siempre acaba muriendo aquel cuyo sonriente rostro daba a entender que había salido indemne; por no hablar de los coches (y otras muchas cosas) que explotan y arden con pasmosa facilidad.
No obstante, el autor murciano lanza sus dardos de forma inclemente a ambos lados de la sala oscura: no solo hace sana mofa de los tópicos que salpican las películas, sino también de los premios del sector, las galas mediáticas en las que se entregan los anteriores, los carteles más extraños (con especial mención para las marcianadas de Ghana) y los títulos más alucinantes (donde las parodias del cine para adultos se llevan la palma); pero, muy especialmente, los arquetipos que pueblan esa fauna humana compuesta por intérpretes y estrellas (que no son necesariamente lo mismo), directores de diverso pelaje, los inevitables críticos de cine... y, también, los propios espectadores. Porque, lamento decirles, a ustedes y a mí también nos toca cobrar nuestra parte de sátira. Y es que ya en la primera página del tomo, cuando vi reflejado ese curioso fenómeno fonético y generacional de “Kin Duglas, el padre de Maiquel Daglas”, tuve que entonar un sentido mea culpa. En resumidas cuentas: una gozada de principio a fin que demuestra que ni siquiera los más cinéfilos deberíamos tomarnos el cine y a nosotros mismos tan en serio como solemos hacerlo.
Chaplin en América, La historia de la animación en cómic y Ranciofacts de cine están editados por Desfiladero, Planeta Cómic y ¡Caramba! (Astiberri) respectivamente.