Cultura

DNI de Pueblo

Hoy entregamos una nueva aventura épica para disfrutar durante el paréntesis de las vacaciones primaverales. Como comprobarán, queridas personas, nuestra Villena no sólo está a la altura de otras grandes poblaciones: con su estación del AVE, con su Plaza, etc., sino que además ofrece un sinfín de oportunidades para que el trámite más tonto de nuestras vidas se convierta en Esa Gran Aventura.
Todo comenzó a principios de febrero. El peso de los meses de caducidad de mi DNI se hacía notar, se convertía en una rémora más de las que lastran los pensamientos sobre el futuro. De modo que me decidí a llamar a nuestro Ayuntamiento para informarme del procedimiento para renovar mi documentación. Allí me indicaron que el mundo había cambiado mucho en estos más de seis años y que debía llamar a una oficina instalada en el Mercado Central para conseguir los datos necesarios. Llamé entonces al número que me habían facilitado y amablemente me convocaron en aquella oficina del Mercado el día dieciocho de abril a las ocho de la mañana, ante lo que me abstuve de contestar irónicamente “¿De qué año?”. En cambio pregunto: ¿Me da cita entonces? –No, respondieron, vaya directamente el día 18.

El caso es que el pasado lunes dieciocho de abril a las ocho y cuarto de la mañana me planto en el Mercado. No me cuesta mucho adivinar que debía aguardar mi turno tras aquella fila formada por sesenta u ochenta personas. Bien. Repaso: llevo el DNI caducado, el dinero, las fotografías… El tiempo pasa… La cola avanza a buen ritmo… pero los comentarios que me van llegando consiguen inquietarme. Dicen que esta fila sólo sirve para coger cita ¿…? Avanzamos. En apenas treinta minutos alcanzo a ver tras el escaparate de la oficina el desarrollo del proceso. Hay un hombre sentado en una mesa con un bolígrafo y unos folios con recuadros. A su lado hay otra mesa con unos cuantos folios en blanco y un par de bolígrafos. Me alarmo. El sistema parece el siguiente: plantarse delante del hombre, decir tu nombre, el hombre te indica un día y una hora, te diriges hacia la otra mesa, recortas un cuadrado de unos diez centímetros cuadrados de uno de los folios y anotas los datos. La confusión me carcome a medida que avanzo hacia el Hombre. Hasta que llego frente a él. Nombre… Tal... Quince de julio a las diez de la mañana.

Han pasado cuarenta cinco minutos. Salgo del Mercado. Llevo un trozo de papel donde se lee 15-07, 10 a.m., de mi puño y letra. Me siento afortunado: llego a tiempo al trabajo. Pienso que hay otras personas a las que su papelito les ha costado una hora de su trabajo. Intento no pensar en ello, ya me reiré cuando en agosto o septiembre, tras 6 o 7 meses de trámites, reciba a cambio de mi trocito de papel un DNI electrónico.

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