Doble ración de palomitas
Abandonad toda esperanza, salmo 98º
Vaya por delante que la distribución internacional de Grindhouse, el último proyecto de Robert Rodriguez y Quentin Tarantino, es un atentado en toda regla contra la integridad artística: valiéndose de argumentos falaces, este particular programa doble se ha estrenado por separado, escamoteándole de paso al espectador los trailers de películas inexistentes rodados ex profeso para la ocasión.
Pero centrémonos en el resultado final, que tampoco es cuestión de pasarnos el día llorando por lo que no pudo ser: primero nos llegó Planet Terror, el homenaje del director de El Mariachi al cine de terror de bajo presupuesto, esas cintas de serie B o Z hechas con muy poco dinero (vamos, como su propio debut) que no pretenden engañar a nadie aparentando que han costado más, caracterizadas por efectos especiales de saldo, decorados de cartón piedra y actores que parecen haberse escapado de un casting de Gran Hermano.
Y eso es lo que ofrece Robert Rodriguez: un delirio fantastique donde un grupo heterogéneo de personajes, liderados por un antihéroe de oscuro pasado y una go go cuya pierna amputada es sustituida por una metralleta (!), se enfrentan a una horda de muertos vivientes ávidos de carne humana. Todo ello sazonado, como no podía ser menos, con gozosa violencia gráfica, sexo gratuito, chicas explosivas y diálogos encantadoramente absurdos.
Apenas unas semanas después se estrenaba Death Proof, el segmento más esperado, con el que el aplaudido autor de Pulp fiction efectúa una puesta al día de los thrillers de suspense con psicópata al volante, repletos de persecuciones trepidantes, diálogos intrascendentes y música setentera.
Como en sus películas anteriores, Quentin Tarantino aúna sus influencias (de la Nouvelle Vague de Jean-Luc Godard al celuloide de derribo producido por Roger Corman) para dar forma a esta historia de venganza protagonizada por un soberbio Kurt Russell y un gran número de féminas. Pero, como ocurría en Planet Terror, lo más jugoso del film es que su autor ha jugado con la estética, envejeciendo el film con saltos de eje, distorsiones sonoras, impurezas, pérdida del color... con el fin de retrotraer al espectador al cine más casposo que imaginarse pueda.
Créanme: ambas cintas son dos de los mejores espectáculos que se verán este año en una pantalla grande. Y volviendo a esto de que sean dos y no uno: todavía me río pensando en eso de que los programas dobles se desconocen fuera de los Estados Unidos. Tal majadería no puede provocar otra cosa que estupefacción a todos aquellos que, como ustedes y yo, hemos crecido en una ciudad de menos de 50.000 habitantes y con un solo cine durante años. ¿Acaso no hubiera quedado de miedo esta Grindhouse en el Cine Cervantes? Lástima que los responsables hayan decidido que mejor que no, que es preferible estrenar dos películas en lugar de una sola; y lástima, sobre todo, que el cine Cervantes cerrara a cal y canto hace años y ahora sea un salón de banquetes.
Planet Terror y Death Proof se proyectan en cines de toda España.