Abandonad toda esperanza

Docere et delectare

Abandonad toda esperanza, salmo 503º
Cuando puedan leer ustedes estas líneas ya se habrá clausurado la cuarta edición de MICE Alacant, la Mostra Internacional de Cinema Educatiu en la que, por segunda vez consecutiva, me han invitado a participar (y lamento no haberles podido avisar antes). En esta ocasión, intervendré junto a otros docentes en una mesa redonda sobre el empleo en el aula de materiales audiovisuales frente a los libros de texto tradicionales. Vaya por delante que no soy uno de esos modernos que demonizan la palabra impresa negando su utilidad didáctica, pero es cierto que la imagen (preferentemente en movimiento, pero también estática) es un elemento fundamental de nuestra sociedad y, por tanto, se convierte en herramienta indispensable en el mundo académico por su capacidad de comunicación.

Esto no es algo nuevo: ya en 1658 el pedagogo checo Amos Comenio publicaba su Orbis sensualium pictus, un libro concebido para que los estudiantes aprendieran latín que incluye multitud de xilografías acompañando a los textos, y que hoy se considera como el primer libro ilustrado para niños. Es decir: ya a mediados del siglo XVII arrancaba una tradición que llega hasta nuestros días, coincidiendo por cierto con la distribución en los quioscos de todo el país de una colección que selecciona algunas obras de esta naturaleza para el disfrute de los más pequeños y sus sufridos progenitores.

Esta hegemonía de lo visual plantea un problema: ¿y qué hacemos con los clásicos? El pasado viernes fallecía Umberto Eco, que de teoría literaria sabía un rato, y que en alguna ocasión destacó que la gran literatura canónica es autoritaria por naturaleza: se impone por sí misma, sin que nadie haga nada por imponerla. En un muy interesante artículo titulado "Cómo se debe celebrar a un clásico" (que pueden encontrar en la red), el poeta Juan Antonio González Iglesias citaba en estos términos al semiótico italiano apenas unos días antes de su defunción, para después añadir unas reflexiones que, en estos tiempos que corren, no están precisamente de moda: "Por eso hay que hacer que los niños y los jóvenes lean El Quijote. Igual que los llevamos a ver el Museo del Prado, no se les puede dejar solos en esa aventura, ni confiar en que lo leerán de adultos (...). Es un juego difícil, que conviene aprender gradualmente. La primera lectura de los clásicos debe ser obligada. Podría ser propuesta, sugerida u ofrecida, pero sería mejor que fuera obligada, sin miedo. Hay que haber leído El Quijote pronto, de joven, y si se puede, de niño, en alguna adaptación, que puede ser resumen o fragmento. (...) Y todo eso hay que hacerlo en la enseñanza".

No entraré ahora a discutir qué me parece tal aseveración, pero aquí van unas herramientas para quien coincida con el susodicho o, simplemente, esté interesado en la divulgación de los clásicos: en su colección de adaptaciones de obras magnas de la literatura universal al código visual del manga japonés, La Otra H acaba de publicar Don Quijote de La Mancha. Quien espere encontrar en sus doscientas páginas toda la profundidad y el alcance del mamotreto de Miguel de Cervantes será un necio, como también lo será todo aquel que piense que por dejar esta respetuosa y divertidísima obra al alcance de un estudiante de Secundaria habrá evitado que algún día ese muchacho lea la obra original porque "ya se sabe lo que cuenta".

Y ya que hablamos del considerado como padre de la novela moderna y su divulgación entre los más pequeños, no puedo dejar de informarles de que la escritora Rosa Huertas y la ilustradora Beatriz Castro nos han ofrecido recientemente dos obras distintas a partir de un mismo y muy sugerente punto de partida: un niño convencido de que su vecino Miguel podría ser el mismísimo autor de El Quijote. Así, Mi primer libro sobre Cervantes y Mi vecino Cervantes cuentan poco más o menos la misma anécdota pero de manera diferente, según el espectro lector al que se orienta la obra: el primero, para lectores tempranos; el segundo, para niños de entre 8 y 12 años. En resumidas cuentas: metaliteratura accesible a todas las edades. Y resulta particularmente interesante, al menos para los docentes especializados en estas cuestiones, leer ambas, comparar, y reflexionar sobre sus similitudes y diferencias.

También quería comentarles, ya que estamos con efemérides y su alcance divulgativo, algo al respecto de William Shakespeare y su Hamlet. Pero por falta de espacio lo dejaremos para la semana que viene.

La IV edición de MICE Alacant se celebró en Alicante del 19 al 25 de febrero de 2016; Don Quijote de La Mancha está editado por La Otra H; Mi primer libro sobre Cervantes y Mi vecino Cervantes están editados por Anaya.

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