Historia

El asedio del Castillo de Villena: Viernes, 22 de abril de 1707

Iniciemos este día con Couto. Recordemos lo que nos decía el portugués: “No se pudieron evitar los desordenes que los soldados cometieron en quemar y saquear la ciudad con el fundamento de que fue asaltada por la fuerza de las armas”. Couto nos dice que no se pudieron evitar los desordenes de los soldados austracistas al saquear, robar y quemar Villena, con el fundamento de que fue tomada por la fuerza de las armas.
A principios del XVIII se consideraba honorable y ventajosa la capitulación de una plaza asediada, cuando las defensas exteriores habían sido tomadas y el recinto atacado. Eso había sido así hasta Luis XIV. Dicho Rey, y para contrariedad de los austracistas, cambio esa tradición por circular de 5 de abril de 1705. Las nuevas órdenes exigían a los gobernadores de castillos y fortalezas, una condición para capitular y entregar su plaza: que el enemigo hubiera abierto una brecha y hubiese intentado un asalto. En nuestro caso conviene que recordemos que el mando militar de Villena estaba en manos de un capitán francés sitiado con guarnición en la Atalaya: Monsieur de la Grosetete Y este buen militar estaba sometido a la ordenanza francesa del 5 de abril de 1705. Los austracistas pensaban que lo del castillo sería coser y cantar, y así debería de haber sido. Pero de la Grosetete y cumpliendo con la orden de 5 de abril a rajatabla, no capituló porque pese a que los aliados atacaron, no abrieron brecha: de la Grosetete no podía pero sobre todo no quiso capitular y entregar su fortaleza en las condiciones planteadas porque su honor se lo impedía. Gracias a que de la Grosetete defendió su honor, la Atalaya no cayó en manos austracistas y les provocó a los austracistas perder un tiempo precioso, dando tiempo a que los refuerzos borbónicos que venían de Francia pudieran llegar para participar en la posterior Batalla de Almansa. ¿Inclinaron esos esperados refuerzos el peso de la balanza del lado borbónico en dicha batalla? No lo sabremos nunca, pero lo cierto es que dieron la superioridad numérica a los partidarios de Felipe V. ¡Quién le iba a decir a de la Grosetete que su hazaña pudo inclinar la balanza del lado borbónico en la posterior Batalla de Almansa!

Conviene recordar que Hawley había dicho que Villena era una ciudad abierta o lo que es lo mismo, sin unidades que la defendieran. En el Castillo sí que había tropas... ¡pero no en la ciudad! ¿Fue o no fue legal según los Reglamentos el asalto, robo y quema de Villena?

Continúa Couto diciendo que Villena tenía tres conventos de frailes y dos de monjas, y que donde estaban las monjas de Villena también había monjas que habían venido de fuera. En los mismos puso guardia para que la soldadesca no los profanase. Dicha guardia evitó males mayores en los conventos. Dentro de las Iglesias estaban los habitantes de Villena que no se habían ido de la ciudad, por las razones que fuesen. Entre otros, serían San Felipe Neri, Las Trinitarias, San Francisco –enfrente del Poblado–, los Agustinos –en el Santuario de las Virtudes– y posiblemente las Siervas de Jesús. También indicó que la Iglesia Mayor, muy probablemente la de Santiago, tenía una campana de 25 palmos de circunferencia –que sigue en su sitio– y que Villena tenía cerca una laguna de Sal –¿salero viejo o nuevo?–.

En la tarde del 23, viendo los austracistas que el cañoneo contra la Atalaya no conseguía nada después de cinco días de fuego –del 19 al 23–, que no quedaban balas de cañón –57– y que los borbónicos se estaban concentrando en Almansa, los Generales austracistas ordenaron levantar el campo y partieron hacia Caudete.

Hawley indica que en la mañana del día 22, un tambor batió parlamento. Los tambores, además de transmitir las órdenes con sus toques y levantar la moral, hacían otra serie de trabajos como, por ejemplo, el que nos ocupa: ejercer de correos para los parlamentos. Los austracistas mandan a un tambor para parlamentar la capitulación del castillo, sin éxito. Al no resolver nada el Parlamento, los cañones volvieron a tronar.

Hawley continúa con una alusión a la próxima llegada de refuerzos franceses con el Duque de Orleans a la cabeza, en dos ó tres días. El poderoso ejército borbónico que Berwick tenía en Almansa, todavía lo era más con esos refuerzos. Ante tal posibilidad, el nerviosismo se extendió por las filas austracistas y precipitó el levantamiento del asedio al Castillo de la Atalaya.

JOSÉ VICENTE ARNEDO LÁZARO
Ganador del IV Premio de Ensayo e Investigación “Faustino Alonso Gotor”.
Socio de las Comparsas de Estudiantes y Marruecos –Cronista y Museo–
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