Testimonios dados en situaciones inestables

El campamento está rodeado por insectos, roedores y zigzagueantes reptiles (IV de V)

Me llamo Darío y este es el diario de mi campamento de verano denominado “de supervivencia”. Acaba el cuarto día. Escribo esto escondido en una cueva. Hoy ha sido un día raro. Cuando me he despertado esta mañana, se oía fuera de la tienda de campaña una lluvia aburrida, pero curiosamente silenciosa, después del intenso ruido producido por los animales durante los días anteriores.
A continuación me he levantado molido, como si hubiera soñado con programas de televisión de esos donde todo el mundo opina gritando al mismo tiempo, y he salido al exterior. El color de las cosas estaba descolorido, como el de esas fotografías viejas, y no he visto por ningún lado a 2, 3, 5, 10, 12 y 14, que habían sido castigados con dormir desnudos al raso. Poco a poco han ido saliendo los que quedaban en las tiendas de campaña, y entonces nos hemos dado cuenta: la empalizada de troncos puntiagudos estaba llena de miles de roedores, reptiles e insectos de todo tipo, inmóviles pero observándonos, y varios enjambres de abejas sobrevolaban la empalizada como una fuerza aérea en alerta. De pronto dos grupos de abejas han entrado en la tienda de campaña de Oh César y a los pocos segundos han vuelto a salir llevando a Oh César cogido de cada brazo y lo han elevado en el aire. Parecía una imagen de esas sagradas de los cuadros antiguos, salvo que Oh César soltaba palabrotas sin parar y su cara parecía una mezcla de pánico y desconcierto. Después han sobrepasado la empalizada y sus gritos se han perdido en la lejanía. Todos los niños estábamos muy quietos y asustados. Y entonces hemos empezado a oír en nuestras cabezas esa voz, como si viniera de dentro de nosotros mismos. La voz sonaba como si deslizaras la yema de los dedos por el borde de copas de cristal llenas con diferentes cantidades de agua, y resultaba desagradable y atractiva a la vez, como la voz de esos dioses justicieros en algunos videojuegos. La voz ha dicho que el significado de la palabra “ecología” quedaba redefinido, que hoy era el primer día de un nuevo orden mundial, y que la plaga debía ser aniquilada. En ese momento ha empezado el ataque. Hormigas, serpientes, mosquitos y ratones han empezado a acosar a los otros niños, pero curiosamente se quedaban a un par de metros de mí. Inmediatamente he comprendido que se debía a la colonia barata que me regaló tía Ángeles, seguramente comprada en un todo a euro, y que yo me he estado rociando en cantidades generosas para disimular la falta de aseo personal. Por alguna razón los mantiene a raya. En un acto instintivo he recogido mi mochila y he salido corriendo, pero he tropezado con 8, una niña de cabellos dorados y ojos como la miel, que se agitaba en el suelo medio cubierta de hormigas. Rápidamente la he rociado con la colonia de tía Ángeles y hemos salido del campamento corriendo cogidos de la mano y sin mirar atrás hasta llegar a esta cueva. Después he rociado la entrada con la colonia, hemos lamido un poco esta húmeda pared y después nos hemos acurrucado uno junto al otro. Mamá, no sé lo que va a ser de mí ni de 8 ni si está ocurriendo lo mismo en la ciudad, pero si llegas a leer esto, dale las gracias a tía Ángeles por su colonia barata; aunque no sé qué va a ser de nosotros cuando se acabe.

[Continuará.]

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