Testimonios dados en situaciones inestables

El campamento está rodeado por insectos, roedores y zigzagueantes reptiles (V de V)

Me llamo Darío y este es el diario de mi campamento de verano denominado “de supervivencia”. Son las diez de la mañana del quinto día. Escribo esto acurrucado junto a 8, la niña de los ojos del color de la miel que realmente se llama Eva, mirando afuera desde la entrada de la cueva donde ayer nos refugiamos huyendo de los animales.
Desde nuestra posición se ve perfectamente el inmenso valle. El sol resplandece con fuerza, aliado con la nueva energía de la naturaleza. Todo es muy verde. Una especie de rocío lo empapa todo y lo hace brillar. Insectos, roedores y reptiles han traído a primera hora la cabeza de Oh César y la han depositado en la entrada. Se le ve muy perdido, ausente, como una reliquia. Realmente su cabeza parece anacrónica enmarcada por el verde intenso e impasible. Al dejarla delante de nosotros, los animales me han vuelto a hablar telepáticamente, con esa voz de vidrio mojado. Ahora sé y comprendo cosas que antes ni conocía. La especie humana ha sido casi extinguida, solamente quedamos nosotros dos. Seremos preservados en una especie de reserva natural como residuo o ejemplo de la especie responsable del periodo de la tierra más absurdamente entretenido y superficial y también más narcisista e ínfimamente breve, y allí podremos tener hijos y llevar una vida salvaje al modo humano, lo que incluye algunos enseres básicos como un sofá y un televisor, aunque sin programación nueva, como es lógico, sino provisto de un bucle infinito y aleatorio con los millones de horas de emisión archivada de Tele 5. Sí, la naturaleza nos ha expulsado de la naturaleza, y ahora todo es muy verde. Las húmedas hojas de álamos y helechos construyen una imagen que no es necesario descifrar porque liberada del arte de la presunción no contiene mensaje alguno para el futuro, donde la tristeza se perderá arrastrada por los riachuelos y la felicidad será tan innecesaria como un juego de llaves Allen, donde la belleza como idea se desmoronará arrasada por las lluvias y los vientos y la belleza como hecho resurgirá imponiendo su críptica presencia. Sí, la naturaleza recobrará su inconsciente naturaleza, como si se le hubiera practicado una lobotomía y se le hubieran extirpado las ciencias. No habrá problemas o acertijos o tesis o hipótesis u objetivos, porque ahora la verdad se está diseminando en millones de gotitas de realidad impensada, libre. No hace falta comprender lo que ocurre, sencillamente todo es muy verde, como un sobresalto hipnótico en la visión, como un enorme ulular grave y sin contornos que congela el presente. El tiempo se ha detenido, desarmado su entramado poético y filosófico, y solamente queda este momento, un ahora omnipresente, sin números ni extensión, que se pega a todo como una finísima luz pigmentada. Eva mira afuera y dice todo es muy verde. ¿Ves lo verde que es todo? Tiene los ojos del color de la miel, y todo cabe en ellos. Es la última niña en el mundo y no encuentro el orden exacto de palabras que expliquen lo que esto realmente significa. Pero es mejor así. Se acabaron las explicaciones, los refugios de la razón. El perfil de Eva dibujado contra la pared de la cueva es irreproducible. Mamá, ya sé que nunca leerás esto, pero sé que si pudieras te gustaría saber que he sobrevivido, que no estoy solo, que mi corazón late sin metáfora que lo encubra y que todo es muy, muy, muy verde. Adiós.

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