Estación de Cercanías

El corralito

Pedía el señor Paco Abellán, concejal de Cultura, al hilo de su degradante decisión de no mezclar tipos de persona en la tribuna festera, el beneficio de la duda. Pero me temo que tan clara apuesta no concede lugar para ella, y sí reafirma, y aleja toda duda, del modo de entender política y sociedad que este PP nos ofrece.
Cobijar este acuerdo de grupo bajo el pretexto del agravio comparativo con el resto de la ciudadanía, apolítica, y justificar un corralito donde serán enclavados los presidentes de las asociaciones locales para propiciar mayor espacio a los que han denominado “grandes políticos”, es sin duda alguna muestra clara de lo que un gran político no debe hacer ni provocar. Un gran político nunca debe olvidar de donde viene su condición, porque el político es pueblo y nace del pueblo y a él se debe, y si del pueblo emana su efímero sillón, no se entiende –bueno, sí se entiende si lo adjudicamos al ego que les ha tocado en plenitud y encumbrado cual dioses que miran desde arriba o a la práctica de la más palpable de las modalidades de hipocresía– el afán de evitar esta mixtura que debería ser acogida con los brazos abiertos, pues nadie debería morder la mano que le alimenta. El hecho de conceder mérito unilateral al foráneo que poco nos puede dejar, si no pasa por ser de su interés o de los intereses de su partido, termina de completar el capazo de sus desafortunadas declaraciones y su a todas luces clasista medida, y nos deja levitando algunas cuestiones pendientes de respuesta porque, ¿qué es un gran político?, ¿quién concede tal titularidad?, ¿qué logros, hechos o consecuciones deben avalarlo?, ¿qué grado de integridad, a tenor de lo mucho visto y lo más robado por algunos mal llamados políticos, debe acuñar tal consideración? ¿Qué diferencia al señor Camps o a Julio de España o a la señora Lledó o a usted mismo de cualquiera de los presidentes o presidentas de las muchas asociaciones de las que ustedes mismos presumen?

Posiblemente a esta última pregunta pueda yo responder desde la modestia de mi parecer. Les diferencia la entrega altruista que practican. Les diferencia la certeza de su honradez, porque están dirigiendo entidades que necesitan de muchos apoyos económicos para poder mantenerse. Les diferencia una solidaridad y ayuda que no espera nada a cambio, y se alimentan con la ilusión y la satisfacción al ver cómo sus asociados, sea cual sea la labor a la cual dediquen su lucha, son recompensados con algún logro que haga más agradable su día a día. Porque no debe olvidar que estamos hablando en muchas personas que han sufrido en propias carnes los padecimientos que sus causas defienden, drogadicción, Alzheimer, ludopatía, cáncer, etc., o simplemente son padres luchadores por el bien de sus hijos. Así como tampoco deben olvidar que la boca se les llena cuando se trata de ensalzar públicamente y a su conveniencia esa labor.

Algunos de sus concejales hablan del ayuntamiento como la casa que está siempre abierta a ayudar, colaborar y cooperar con ellos, pero eso sí, sin mezclas. Cuando vengas los y las del traje, ellos calladitos y apartados, no vaya a ser que se enteren que aquí los que se dejan la piel, a sus familias, su tiempo y en muchos casos su dinero, no son precisamente ustedes. No vaya a ser que se enteren de que la verdadera labor social que crea los mimbres de muchos bienestares la generan ellos y se la adjudican ustedes. Mediten, señores presidentes, su asistencia. Observen si son todos los excluidos.

Nota de Redacción: Esta columna ha sido redactada y editada antes de que Francisco Abellán pidiera públicamente disculpas por sus declaraciones.

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