El entierro de la sardina es una fiesta pagana, de la mitología y del fuego, en la que se celebra la victoria de Don Carnal sobre Doña Cuaresma. El origen de este singular entierro se remonta al siglo XIX y cierra el ciclo de las celebraciones carnavalescas.
La procesión está compuesta por un fiscal, un sacerdote, un monaguillo y el grupo que transporta la carroza fúnebre, en cuyo interior se encuentra la sardina, fabricada en cartón. Las viudas van detrás, confesando sus pecados carnales al falso sacerdote, lamentando la muerte de la sardina con llantos y lamentos fingidos y llegando al final del recorrido donde la sardina es pasto de un mágico fuego purificador, acompañado de fuegos artificiales.
Esto es todo lo que sucedió durante la noche del lunes de Carnaval en nuestra ciudad. El inicio del cortejo fúnebre, en la Plaza de Santiago, no fue muy numeroso, pero los dolidos ciudadanos por la muerte de la sardina se incorporaron en gran número durante el recorrido, que transcurrió por parte del casco antiguo de Villena, terminando, después de un largo trayecto por las calles de nuestra ciudad, de nuevo en la Plaza de Santiago. Allí la concejalía de Fiestas, con Francisco Abellán a la cabeza, repartió al ya numeroso público asistente miles de pequeñas tortas de sardinas acompañadas por un buen vino local, cómo no, repartido bajo un severo control a los asistentes mayores.
La Plaza de Santiago brilló de nuevo con un magnífico castillo de fuegos artificiales (disparado y obsequiado por Pirotecnia Dragón); fuegos que, junto a las llamas producidas por la hoguera que acabó con la sardina, dieron por finalizado el entierro e iniciados los preparativos para el próximo Carnaval, ya en febrero de 2009.
