Abandonad toda esperanza

El escritor que no hacía prisioneros

Abandonad toda esperanza, salmo 18º
De nuevo a vueltas con el noir, ustedes sabrán perdonarme, y esta vez con una maravillosa novela editada por una de esas pequeñas editoriales de las que mi buen amigo Paco Camarasa, librero de Negra y Criminal, es defensor a ultranza. Efectivamente, las mejores novelas negras del 2005 no han venido precisamente de la mano de grandes emporios editoriales, sino de empresas promovidas por gente que ama editar buenos libros porque sobre todo ama leerlos.

Una de las novelas que más ha celebrado últimamente el librero negrocriminal es Maderos. Y después de que otro experto en el género, Jesús Lens, también defendiera sus virtudes a capa y espada, no pude resistirme a leer el debut por la puerta grande en el mercado del libro en España del irlandés Ken Bruen.

Su memorable creación responde al nombre de Jack Taylor. Es ex policía, ahora investigador privado. Y es alcohólico. Y aunque la tradición de los detectives del género que beben es bien larga, en esta ocasión no es un elemento que se mencione de pasada, sino que condiciona su conducta y el modo de ver el mundo (y de cómo el mundo lo ve a él). Así lo pone de manifiesto Sutton, su desquiciado mejor amigo, que lo prefiere ebrio a cuando está sobrio: “Antes eras un borracho, pero por lo menos eras previsible”. Taylor se muestra como un hombre lúcido (entre borrachera y borrachera, claro), consciente de la difícil situación en la que se encuentra, y que va dejando atrás los cadáveres de los pocos amigos con los que cuenta.

El único defecto del libro, si es que uno pone mucho empeño en encontrárselo, es que la trama no está a la altura de su protagonista. De todas formas sería un imposible. Este Jack Taylor, del que espero ansioso la nueva entrega que pronto publicará Tropismos, es una de las creaciones más memorables del género, para el que esto firma, desde ya mismo. La prosa de su creador, seca y cortante, de afilada inteligencia, está a la altura de las mejores obras del James Ellroy de Los Angeles Confidencial. Qué digo Ellroy. Incluso del Jim Thompson de 1.280 almas. Y no creo exagerar.

Decía Raymond Chandler que existen dos tipos de escritores: los que escriben historias y los que escriben escritura. Gracias a Dios, Ken Bruen se inscribe con fuerza entre los primeros. El suyo es un libro apasionante y apasionado, que se lee como thriller y se relee como antología de aforismos o ensayo de filosofía vital, y que viene a demostrar, otra vez, lo que vienen diciendo sus mejores muestras desde los años 30 y 40: que la vida, como los ojos de la madre de Jack Taylor, no hace prisioneros. Ken Bruen tampoco.

Maderos de Ken Bruen está editada por Tropismos (2005).

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