El humor de algunos
Hace unos días leí, con humor, desde luego, una columna de opinión en la que el bueno de su autor, se atrevía a definir quién es y quién no es demócrata dependiendo de la respuesta que cada uno dé a la pregunta ¿Cree que se debe retirar la medalla de Oro a Franco?.
Curiosamente, teniendo claro que Franco era un dictador (no creo que haya nadie que lo dude a estas alturas), mientras leía aquella columna pensé en lo semejante de la forma de actuar. Tú eres demócrata porque lo digo yo, porque piensas como yo. Y tú eres marianista (de Rajoy, se entiende) e implícitamente te dice que no lo tienes muy claro eso de ser demócrata, cualquier otra respuesta te etiqueta, sin paliativos, como pro-franquista. Este es su axioma, si la respuesta es Sí, es que eres demócrata, cualquier otra cosa ya no lo eres. Y vuelvo a preguntarme: cuando la gente establece sus pensamientos como única verdad absoluta
¿no se acerca peligrosamente a los principios dictatoriales? Menos mal que conozco al autor y no tengo duda alguna sobre la calidad de su espíritu demócrata.
Hay cosas que no se deben decir ni con todo el humor del mundo, mucho menos cuando una persona pretende enjuiciar al resto de la humanidad en función de lo conciso que sea a la hora de responder a una pregunta que bien merece un Sí con explicación.
Porque, lea esto con humor, si Ud. es de los que piensan que la Transición no fue un pacto entre todos los españoles para zanjar definitivamente aquellos negros tiempos de nuestra España partida en dos, ¿qué pensaría si yo le dijese que Ud. no está respetando las bases de nuestra democracia y por tanto es demócrata pero menos? Obviamente, Ud. me trataría de idiota, porque existen numerosos argumentos que caben de sobra para explicar su opinión y los demás debemos comprender y, en todo caso, respetar que haya personas que piensen de forma distinta a lo que hace 33 años, quienes gobernaron el cambio de régimen en España, consideraron apropiado y que el tiempo se ha encargado de demostrar que estaban en lo cierto propiciando una transición ejemplar que para sí quisieran muchos otros países.
Estoy, de nuevo, en Euskadi. Vascongadas que diría Federico. Y he tenido ocasión de charlar con algunos conocidos acerca de los resultados electorales del 9 de marzo pasado. Al final, como reflexión definitiva que vale también para quienes están mareando al personal con las dichosas medallitas, todos hemos estado de acuerdo en que lo que realmente preocupa a los vascos es el coste de la vivienda, la inseguridad económica que hace peligrar muchos puestos de trabajo, vivir con una cierta calidad de vida y vivir, por supuesto, en paz. ¡Qué curioso! Estos conocidos de los que les hablo menos del PP son de todo lo que su imaginación quiera poner, sí, alguno de ellos abertzales, y ¿no les choca que sus inquietudes son exactamente las mismas que tenemos en Villena, en Algeciras, en Fuentes de Oñoro o Teruel?
Pues a mí no me choca en absoluto porque si algo estamos aprendiendo los españoles es que bajo una bandera u otra, nuestras necesidades personales y familiares están por encima de las medallas artificiales entregadas hace medio siglo, que no queremos mirar atrás sino al futuro y que no queremos que nuestros gobernantes pierdan el tiempo sino que trabajen, como se han comprometido a hacer y hacen, en beneficio de todos.
¡Luis, dimisión! ¡Raúl, Selección! Observador dixit.