Cartas al Director

El intermitente ha muerto, recemos una oración por su eterno descanso (Artículo de opinión)

Desde hace algún tiempo vengo observando que el uso del intermitente por parte de la mayoría de conductores ha desaparecido de escena. No sé cuáles serán los motivos de esta grave pérdida que afecta de manera importante en el tráfico rodado, fundamentalmente en ciudad. Supongo que en las autoescuelas seguirán hablando de la importancia de usar el intermitente como instrumento de seguridad vial, sin embargo esto no se traduce en el día a día del automovilista. Ignoro qué es lo que provoca que una persona al volante no utilice tan elemental medida, máxime cuando se nos ha dicho y se nos dice por activa y pasiva que los elementos de seguridad de los coches son imprescindibles para disminuir los accidentes. De nada sirve que llevemos faros antiniebla si cuando hay niebla no los encendemos.
Atiendan: llegamos a ser libres, obedeciendo. Lo voy a repetir, por si alguien cree no haber leído bien: llegamos a ser libres, obedeciendo. Y conste que no será la última vez que yo lo diga. Lo voy a explicar, para ello utilizaré el Código de la Circulación porque es un ejemplo típico y tópico. Toda persona que tiene carné de conducir sabe perfectamente que hay numerosísimas normas de circulación con el fin de hacer más asequible y racional la conducción. Sabemos que un número elevado de señales de tráfico inundan las calles y carreteras con el fin de informarnos y “obligarnos” a transitar de un modo u otro.

Si yo veo una señal de acceso prohibido de frente, sé perfectamente que no debo circular en ese sentido porque puede venir un vehículo en el otro y producirse un accidente. Si el semáforo está en rojo, hasta el gato sabe que tengo que detenerme para dar paso a los de otra dirección; si infrinjo la norma, puedo sufrir un percance grave. Si voy a girar a la izquierda, el coche lleva un dispositivo que se debe accionar para que el intermitente de la izquierda se encienda e indique a quien circula detrás el movimiento de mi coche. En fin, y mil ejemplos más.

Resumiendo, si queremos que el tráfico sea lo más fluido y racional posible nos vemos en la “obligación” de cumplir las normas para que todo vaya bien. ¿Qué ocurre si no cumplimos dichas normas? Hay una creencia, falsa, que mantiene que si no hubiese leyes seríamos más felices puesto que no tendríamos la obligación de cumplirlas. ¡Maravilloso! Que no cuenten conmigo para ese tipo de sociedad en la que cada cual pueda hacer lo que le dé la gana. Si la democracia que tenemos es imperfecta y hace aguas por todas partes, imagínese un tipo de comunidad en la que cada cual pudiera hacer lo que quisiera y cuando quisiese. Sencillamente, esa sociedad se autodestruiría; no se podría vivir en un desorden permanente, en el que imperase la ley del más fuerte o del más atrevido. A eso le llamamos la ley de la selva

Que nadie confunda mis palabras. Apuesto por un mundo en el que haya orden, interpretado como la asunción de responsabilidad por parte de cada persona al vivir en comunidad. Las normas, fruto del consenso y acuerdo, siempre nos protegen del caos, pero es imprescindible que se cumplan. De qué sirve la señal de “Stop” si no hacemos caso de ella. ¿Usted se atrevería a salir con el coche por las calles, si cada cual pudiera circular por donde le apeteciera y a la velocidad que le dictase su capricho? Yo, no. Me estaría jugando la vida en cada esquina.

Mire, hacer uso del intermitente es, llanamente, cumplir lo pactado. Si no lo hace, debería saber que está haciendo trampa, que es desconsiderado con el resto de conductores, que le importan un pepino los demás, que se cree que es único en la calle, que desprecia a quienes van detrás porque no les está informando de sus movimientos, como está obligado. Pues bien, a pesar de la evidencia de que un mundo mejor, sólo un poquito mejor, se puede construir haciendo medianamente bien las cosas, increíblemente nos empeñamos en estropearlo, en complicarlo, en no hacer caso. Quizás haya alguna persona que le parezca exagerado el hecho de no encender el intermitente del coche con no contribuir a un mundo mejor. Con todo, pienso que la vida está llena de pequeños detalles que, juntos, ayudan a una mejor convivencia. El Código de la Circulación es un ejemplo clarísimo de cómo informando y obligando llegamos a transitar con cierta tranquilidad. Siempre habrá alocados que creerán que la calle es suya y que su coche es más potente o más bonito o lo que sea, pero es la inmensa mayoría la que mantiene el tipo al respetar las señales, la que hace que confiemos unos en otros.

Posiblemente quien esto lea no comparta mi opinión ya que que observa que se usa el intermitente. Ante esto, sólo decir que tengo “suerte” en tropezarme yo con los infractores: casualidades de la vida. Para finalizar, propongo lo siguiente: cuando alguien no haga uso del intermitente y usted vaya detrás y le ocasione algún disgusto, simplemente dígale “No le funciona el intermitente”.

Pásalo: “No le funciona el intermitente”.

Fdo. Francisco Tomás Díaz

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